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Last Assault

viernes, 21 de febrero de 2014

2. El dolor es necesario

La adrenalina recorría cada poro de su piel. Los golpes eran certeros, prácticamente perfectos. Si la bolsa de arena a la que Elijah golpeaba hubiese sido una persona, ya habría quedado K.O. El día había sido un auténtico suplicio, en especial los encuentros con la alumna estrella. Prudence Henshow lo sacaba de quicio, y aquello no era normal, teniendo en cuenta que conocía a la chica de unas horas. Prue se había dedicado, especialmente, a saltarse el resto de las clases. En el momento que se la encontró en la cafetería, tomando un café mientras jugaba al Candy Crush no pudo evitar acercarse.

Es el primer día profesor Wilson ¿qué le importa que me salte las clases que no son las suyas?” había dicho en cuanto le recordó lo de la asistencia. Apretó los dientes, furioso, y golpeó con fuerza el saco. Enseguida se calmó, tras descubrir que estaba pensando en ella. No podía dejar que sus emociones lo desbordaran. Ya era mucho tener que liberar el estrés  de aquella forma.

Además en poco tiempo debía salir, y todo ese mundo en el que se metía tres noches a la semana no era más que una forma de escapar de aquella realidad. Pero a pesar de todo, no había otra manera. El estrés, la frustración, la ira. Todo fluía y abandonaba su cuerpo cuando luchaba, cuando golpeaba, cuando el dolor recorría cada parte de su ser. Durante el día debía sonreír, nunca enfadarse de tal forma que quisiera golpear...

¡Maldita la hora en la que decidí convertirme en profesor! pensó, golpeado con fuerza Y encima es mi primer día. Voy apañado si tengo que soportar a esa cría todo este tiempo suspiró, separándose del saco, para acercarse a su taquilla y coger una botella de agua, a la que dio un trago. Se sentó en uno de los múltiples bancos que allí había, y comenzó a inspirar y expirar lentamente. Hacer aquello lo calmaba en parte, y necesitaba concentrarse para su salida.

-Elijah, tu turno- era un muchacho del cual nunca recordaba el nombre. Espigado, de pelo rubio y ojos oscuros. El profesor asintió, se ajustó los vendajes de las manos y se enfundó los mitones de cuero. Volvió a inspirar, para no aparecer nervioso en escena. En cuanto cruzó la puerta escuchó los gritos ensordecedores. Las chicas exclamaban su nombre, emocionadas, y varios lo abucheaban. Subió al ring, donde observó, indiferente, a su rival. Un chaval de unos 23 años. Rapado, de ojos verdes, con varios tatuajes repartidos por el cuerpo, y una sonrisa arrogante, que parecía decir “Vamos viejo, intenta machacarme”. Se mostró frío, disciplinado, casi como una roca. No tenía miedo. Solo sentía la necesidad de luchar y liberar la furia acumulada.

-Bien, chicos y chicas. Bienvenidos a un nuevo combate. Esta noche, nos encontramos ante dos auténticos campeones. En el lado izquierdo, con 77 kilos de peso, tenemos a Nigel Cryer- el chico levantó los brazos, eufórico- Y en el lado derecho, con 88 kilos de peso, nos encontramos con Elijah Wilson- una gran ovación se escuchó en cuanto pronunciaron su nombre. Saboreó la confianza, la sensación de seguridad que fluía sobre su victoria- Espero que veamos un combate francamente espectacular- comentó el presentador, antes de bajar. El llamado Nigel sonrió.

-No pienso dejar que un viejo me tumbe, tenlo claro- comentó, haciendo sonreír a Elijah.

-Los jóvenes sois demasiado predecibles muchacho- respondió el profesor, alzando los puños. El chico escupió al suelo.

-Pues a ver qué puedes hacer- dijo, antes de lanzarse hacia Elijah. Dejó que el primer golpe llegara. Apretó la mandíbula para evitar el rebote, pero el sabor metálico de la sangre, y la quemazón tras el golpe lo animó.
-¿Solo tienes eso?- preguntó, escupiendo el contenido de su boca, manchando el suelo con gotas escarlata. Impulsó su puño hacia el estómago del chico, que se dobló con el golpe, y se hizo hacia atrás. Lo miró, incrédulo- ¿Sorprendido de que un viejo sea fuerte?- ironizó, remarcando la palabra viejo. Nigel frunció el ceño, enfurecido, y se lanzó hacia él, golpeando el hombro de Elijah, que apretó los dientes, impulsando su puño hacia la mandíbula del joven.

Tal y como esperaba, la adrenalina recorría su cuerpo. Sonrió, exultante, sintiendo como toda la furia escapaba de su ser. Los golpes le llegaban, y pronto se vio en el final de la primera ronda. Se acercó a su esquina, empapó la toalla en agua fría para limpiarse la cara, y observó las manchas rojizas que florecían en la tela blanca en cuanto la separó de su rostro. Miró a su rival, rodeado de un séquito de amigos y fans femeninas, que le lanzaban miradas envenenadas al profesor. Inspiró, con fuerza, y dejó que el dolor que sentía recorriese su cuerpo.

Lo necesito. No le gustaba. Creo que por ello todo terminó pensó, mientras una imagen cruzaba su mente. Suspiró y colgó la toalla para observar de nuevo a Nigel, que se incorporaba para volver a pelear. Dejó sonar los huesos de su cuello y preparó los puños para el chico, que se abalanzó sobre él nada más sonar la campana. La pelea se alargó hasta la segunda ronda, por lo que Elijah aprovechó para sentarse y relajarse. Si lograba mantenerse en pie hasta el final de la tercera ronda, empataba con Nigel, pero si lo tumbaba en ese tiempo, ganaba el combate. Escupió al suelo y observó la flema sanguinolenta, mientras el timbre que indicaba el comienzo del tercer y último asalto sonaba.

Vamos muchacho…muéstrame lo que tienes, y a ver si eres capaz de acabar con este “viejo”


-Por favor Prue, no vayas- la voz de Mina, suplicante, se escuchó al otro lado de la línea, mientras Prue se recogía el cabello en una coleta alta. Observó su reflejo, los tatuajes que recorrían su piel, y la palidez que esta destilaba. Se puso una camiseta negra, a juego con los pantalones de camuflaje y las botas militares, y cogió el móvil, que seguía con el altavoz activado.

-Mina, sabes que solo voy un par de veces a la semana. Además, prometí a Nigel que iría a verle, y seguramente ya me he perdido su combate- se perfiló los labios con un tono granate, y se pintó la línea del ojo con un lápiz negro. Miró un poco más el reflejo y se soltó el pelo, que cayó sobre sus hombros con gracia y soltura.

-Y tú sabes que si te pillan ahí puedes meterte en problemas- recordó su amiga. La morena se mordió el labio. Si, Mina tenía razón. Aquellas peleas eran ilegales, y a toda persona que fuese pillada allí podían meterla en la cárcel. Pero aún así, necesitaba ir. El boxeo era lo único que mantenía su mente ocupada. Eso y la Universidad, a pesar de que solía saltarse las clases.

-Te prometo que no me meteré en líos- dijo, desactivando el altavoz, y comunicando su promesa a la que era su mejor amiga. Mina parecía dudar, pero finalmente suspiró y aceptó los planes de Prue- ¡Bien! Mañana te veo ¿vale? Me toca turno en la cafetería, así que pásate a tomar un café- invitó. La peli rosa se despidió de ella y colgó.

Prue salió al salón, donde se encontró a Celia, su compañera de piso. Era una chica pelirroja, de preciosos ojos verdes, que estudiaba el segundo año de Farmacia. Picoteaba galletas de chocolate, mientras sus dedos volaban, veloces, sobre el teclado, mientras escribía, o bien algún relato, o bien un trabajo.

-Ce, voy a salir un rato- comunicó la morena a la que era su amiga.

-Cuando vayas a volver compra galletas- fueron sus únicas palabras, mientras le dedicaba una sonrisa radiante. Eso es lo que más le gustaba a Prue de su compañera de piso. Juntas compartían galletas, historias, series y conciertos de Sound Horizon y Vocaloid.

-Mientras no te importa que sean del Veinticuatro Horas de la esquina no dudes que las compraré- respondió, guiñándole un ojo. Celia la miró, entre escandalizada y divertida.

-Sean de donde sean son galletas ¡claro que no me importa!- exclamó, para romper a reír junto a Prue instantes después. Tras las típicas advertencias de “No llegues muy tarde porque mañana tienes trabajo” o “Ten cuidado y que no te pille la policía” Prue salió de su apartamento. Tardó unos diez minutos en llegar al local donde se celebraban los combates. En la entrada del callejón, lleno de graffitis, un hombre grande, de por lo menos dos metros de alto y uno y medio de ancho, le cortó el paso.

-No está permitido pasar- fue lo único que dijo. Prue, frunciendo el ceño, aguantó como pudo las ganas de abofetearle. Abrió la boca, dispuesta a contestarle de mala manera, cuando una figura femenina, abrigada por una chaqueta negra de cuero dos tallas más grande que su cuerpo, surgió entre las sombras.

-Leo, déjala pasar. Es asidua al local- comentó, sacando un paquete de cigarrillos del bolsillo de la chaqueta. El aludido se hizo a un lado, y Prue le sacó la lengua, dejando ver un pircing- ¡Guao! ¿Cuándo te lo hiciste?- preguntó la chica. La morena sonrió a su compañera, una estilizada rubia, de cuerpo delgado y larga melena cuyo nombre era Sarah.

-Tras el último combate. Al día siguiente me aburría y fui a hacerme el pircing- lo señaló, mientras encendía un cigarrillo. Ambas charlaron un rato hasta que terminaron de fumar, y juntas entraron al local- ¿Cómo le ha ido a Nigel? Sé que he llegado tarde, pero ya sabes, entre arreglarme y llegar aquí pierdo mucho el tiempo- dijo, explicando el motivo de su tardía llegada.

-Es mejor que te lo diga él- perfectamente sus palabras podían ser buenas, pero por el tono de su voz, Prue supo que nada positivo había pasado. Recorrieron los pasillos hasta llegar a la sala principal, donde varios grupos de adolescentes y bastantes más adultos de los que alguien se pueda imaginar en un lugar como aquél, se reunían en corrillos y bebían, para celebrar victorias o lamentarse por derrotas.

Ambas se acercaron a un grupo bastante variopinto, donde tres chicas se inclinaban provocativamente sobre un chico lleno de tatuajes, un labio partido y un ojo morado. Prue sonrió al verle y se sentó a su lado, provocando que las otras la fulminasen con la mirada.

-¿Te  han metido una paliza Nigel?- se burló ella, cogiéndole de la barbilla para verle mejor las heridas. Este bufó, pero miró divertido a la chica. Pasó un brazo por su hombro, cogió un botellín de cerveza y dio un largo trago.

-Mi rival era uno de esos veteranos. Aguante hasta el final de la tercera ronda, así que imagínate. Quedaba poco para terminar, pero logró golpearme en la cadera y luego la mandíbula desconcentrándome- explicó, encogiéndose de hombros.

-Vamos, que un viejo te tumbo ¿no?- repitió la morena, provocando que el resto del grupo riese, incluido Nigel- ¿Y quién ha sido el afortunado? Me gustaría felicitarle por poder derribar a este tío tan cabezota- preguntó a Sarah, que se sentó a su lado.

-Si hubieras llegado diez minutos antes le habrías pillado. Se ha largado nada más terminar el combate- contestó, bebiendo del botellín. Pasó un par de horas en compañía del grupo y cuando comunicó sus intenciones de ir a su casa, Nigel se ofreció a acompañarla.

-Mientras no te importe para a comprar galletas en un Veinticuatro Horas, por mí no hay problema- dijo ella, encogiéndose de hombros. Se despidieron del grupo, salieron del local, y pasaron junto al llamado Leo, que seguía de guardia- ¿Es nuevo verdad?- preguntó, cuando se alejaron lo suficiente. Nigel miró al portero y asintió.

-Lo contrataron hace un par de días, por eso no conoce a todos los clientes asiduos- le respondió. Caminaron tranquilos, charlando sobre diversas cuestiones, y se desviaron del camino para entrar en un supermercado. El dependiente, un hombre de edad indefinida, miró a la pareja a través de un periódico.
Prue, tras buscar y dar con el pasillo de repostería y desayuno, cogió un par de paquetes de galletas con chips de chocolate, otra de pastas rellenas de mermelada de fresa, un paquete con relleno de limón y una caja de galletas de mantequilla. Los llevó a la caja, pagó y salió junto a Nigel.

-Sí que te gustan las galletas a ti ¿eh?- comentó, señalando la bolsa llena. La morena rio, divertida, y se encogió de hombros.

-A mi compañera y a mí nos encantan, aunque yo soy más de palmeras- declaró, encogiéndose de hombros. Miró el reloj y chasqueó la lengua- Ce me matará, voy a llegar tarde. Además, mañana tengo que trabajar, así que voy apañada- informó. Nigel sonrió, y mientras ella hablaba, deslizó su mirada por las curvas de su cuerpo.

Si…decididamente, está muy bien pensó, pasando un brazo por su hombro. Caminaron en silencio desde ese momento, uno junto al otro, en la más absoluta tranquilidad. Cuando llegaron al portal, Prue abrió la puerta y se giró hacia él.

-Bueno, yo voy a subir ya. Nos veremos en el próximo combate ¿no?- preguntó. El chico la miró a los ojos y sonrió, enlazando sus manos.

-¿Y eso por qué debe ser así?- contestó él. Prue se sintió incómoda. Simplemente eran amigos, nada más ¿acaso no podía entender que ella solo estaba interesada en el boxeo, o que ni siquiera sentía interés por los menores de 25? Separó sus manos y lo miró, ceñuda.

-Nigel, ya te he dicho muchas veces que no tengo interés en comenzar una relación con nadie- mintió ella. Lo había conocido hacía dos meses, y en todo ese tiempo, solo pensaba en él como un colega. Suspiró, mientras el chico fruncía el ceño- Por favor, te lo pido, no insistas en el tema- suplicó. Nigel suspiró.

-Bien, vale. Ya te veré en el próximo combate- dijo, con algo de sequedad en la voz, mientras se daba la vuelta y se alejaba. Prue suspiró y cerró la puerta tras de sí. En cuanto llegó a su cuarto se tiró sobre la cama y quedó profundamente dormida.



Elijah abrió los ojos y observó el techo. La pelea había acabado francamente bien para él. En el último momento tumbó a aquél niñato arrogante, que fue atendido por su grupito de fans acérrimos, mientras que aquellos que anteriormente lo animaron le vitoreaban a él. Sonrió, mientras se estiraba en la cama. Suspiró, y volvió a cerrar los ojos, dejando que su mente volara al descanso que necesitaba. Sin lugar a dudas, el día que venía sería duro, y sin dudarlo, necesitaba toda la energía necesaria para superarlo…

lunes, 17 de febrero de 2014

1. Primer día de clase

Los pasillos a aquellas horas de la mañana, estaban abarrotados. Se notaba que era comienzo de curso. Los alumnos, sin importar su carrera, acudían para recoger su horario y averiguar cómo serían sus profesores. Echando un vistazo al informe, Elijah Wilson, un hombre de unos 37 años, con un espeso cabello castaño, enmarañado, y ojos azules, se abrió paso entre la marea de estudiantes.

Demasiadas hormonas…debí haber aceptado el trabajo en aquél laboratorio pensó, mientras se pasaba la mano por su pelo, despeinándose más de lo que ya estaba. Se detuvo ante una puerta, alrededor de la cual un gran grupo de chicos reían y charlaban entre ellos. Puso los ojos en blanco y entró, encontrando solamente cuatro personas. Le llamó especialmente la atención una chica de largos cabellos rosados, que tecleaba frenéticamente en su móvil, y miraba ansiosa hacia la puerta, como si buscara a alguien. Colocó su maletín sobre la mesa y en ese momento fue él quien miró hacia la puerta. Los chicos seguían ahí, despreocupados. Tomó aire, para calmarse y se dirigió hacia allí.

-Se que vuestros asuntos de adolescentes son más importantes que las clases, pero estaría muy agradecido si metéis el culo aquí y me atendéis un momento- dijo, de mala gana, y ya comenzando a mostrar síntomas de molestia. Los que se suponían sus alumnos se miraron entre sí, y no tardaron en entrar al aula. Elijah se dirigió a la tarima donde se encontraba la mesa del profesor. Cogió la lista de alumnos y alzó una ceja.
Son 37 pensó, mientras leía de arriba abajo la lista de nombres y se rascó la nuca. Comenzó a llamar a sus alumnos, para saber quién faltaba el primer día. Descubrió que la chica de pelo rosado se llamaba Mina Anderson. Esta, tras alzar la mano, volvió a teclear, con furia, algo en su móvil. Llegó a un tal Seth Donovan, uno de los que estaba en la clase desde el principio. Parecía alto, de ojos oscuros y cabellos de color caramelo. La primera falta llegó con la letra H.

-¿Prudence Henshow?- nadie levantaba la mano. Nadie decía nada- ¿Prudence Henshow?- repitió. Mina, mirando nerviosa a su alrededor, alzó el brazo- ¿Si?- preguntó, con algo de educación.

-Prue me ha…me ha dicho que posiblemente llegue tarde. Esta en un atasco- explicó. Elijah asintió, comprensivo, y alzó el bolígrafo para apuntar el motivo, cuando una carcajada captó su atención.

-¿En serio se va a tragar eso profesor?- preguntó un chico del cual no conocía su nombre. Tenía el pelo de un tono anaranjado, y los ojos negros.

-¿Usted es?- increpó Elijah, alzando una ceja.

-Sid Rogers, profesor- se presentó el aludido. Volvió a posar su mirada en la lista, hasta dar con el nombre del chico. Al lado, anotado con letra pequeña y apretada, leyó el siguiente comentario “Problemático, no entiendo el porqué ha pasado de curso

-¿A qué te refieres con lo que dijiste antes?- interrogó. Sid esbozó una sonrisa socarrona, como si saboreara aquél momento.

-Prue siempre se salta la primera clase. Suele estar en la azotea o en la cafetería, fumando- explicó.

-¡Eres un idiota Sid!- exclamó la llamada Mina, fulminándole con la mirada. Elijah miró alternativamente a sus alumnos, y frunció el ceño.

-¿Me estás diciendo que una alumna ha decidido saltarse mi clase solamente para fumar?- preguntó. La molestia había vuelto a su voz. El de pelo naranja asintió, triunfante, y la peli rosa se mordió en labio, mientras cogía el móvil- Señorita Anderson, si manda un mensaje a su amiga le aseguro que este primer cuatrimestre de Física no le irá muy bien- amenazó. Sus palabras parecieron surtir efecto, porque se puso pálida (más de lo que ya era), y miró con sus penetrantes ojos azules al profesor. Este se giró, escribió en la pizarra una serie de ecuaciones y tendió un grupo de hojas a un alumno de primera fila- Reparte esto- dicho eso, miró a la clase- Vuestro compañero os repartirá unos ejercicios. Las fórmulas que necesitáis están en la pizarra- se dirigió a la puerta, con paso decidido- Yo enseguida vuelvo- añadió, saliendo de la clase. En cuanto cerró, pudo escuchar la serie de murmullos que había esperado, y se encaminó a la cafetería del edificio. Allí no había nadie que pareciera saltarse una clase. Un par de alumnos de cuarto, tres profesores que lo miraron de arriba abajo, y un camarero que parecía de prácticas.

Fue entonces a la azotea, donde la encontró. Estaba de espaldas, asomada a la barandilla. El humo del cigarrillo escapaba hacia el oeste, mezclándose con el cabello negro, que revoloteaba sin cesar. Frunció el ceño. La chica parecía no haberse percatado de su presencia. Suspiró, se llevó los dedos a las sienes, masajeando poco a poco y se acercó a ella.

-¿Prudence Henshow?- ella se limitó a mirar sobre su hombro al recién llegado, y luego le ignoró. Eso le desquició- Disculpa ¿pero no deberías estar en clase?- preguntó. En ese momento se giró hacia él y alzó una ceja, con aire molesto.

-Sí, debería, pero no me da la gana ¿contento?-  increpó, moviendo sus generosos labios. Sus ojos, de un verde aguamarina intenso, le fulminaron. Se llevó el cigarrillo a los labios, manchando el filtro con carmín oscuro y se cruzó de brazos, esperando la respuesta.

-La verdad es que no. Soy Elijah Wilson, tu profesor nuevo- informó. Sus ojos no mostraron más que indiferencia.

-Sí, Mina ya me informó de su llegada ¿y qué?- preguntó. Acababa de conocerla, pero ya le sacaba de sus casillas.

-Que deberías estar en clase- respondió.

-Lo siento, no acepto sugerencias- contraatacó ella.

-No es ninguna sugerencia- dijo él. Los labios de Prue se curvaron en una sonrisa socarrona, mientras miraba al profesor, de arriba abajo.

-Tampoco acepto órdenes- comentó, tirando al suelo el cigarrillo, para aplastarlo con su bota. Elijah suspiró, mientras su ceño se fruncía ante la pasividad de la chica.

-Pues tendrás que hacer una excepción conmigo, porque no quiero que mis alumnos anden saltándose la clase el primer día- respondió a sus palabras. La morena puso los ojos en blanco.

-¿Si voy a la clase te callarás y dejarás de darme el coñazo?- preguntó, con evidente molestia. Elijah apretó los puños, aguantando las ganas de abofetear a aquella chica tan insolente, pero no quería perder el trabajo el primer día, así que, entre dientes, dijo que sí. Prue se echó su bolso al hombro y se encaminó a la puerta, por la que desapareció. El  profesor suspiró, intentando calmarse, y la siguió.

Le ignoraba. En ningún momento se giró para pedir perdón, cosa que le molestó todavía más ¿Acaso no había pensado que lo tendría como profesor durante todo el curso, incluso durante los tres años que le quedaban? Entraron en la clase, y comprobó, sorprendido, y con algo de satisfacción, que sus alumnos miraban anonadados a la chica, que se dirigió a regañadientes al lugar donde su amiga le guardaba un sitio. No pudo evitar observarla también. Comenzó por su pelo, oscuro, pasando al cuello, y los hombros, hasta llegar a las curvas de sus nalgas, cubiertas por un pantalón vaquero pitillo.

A pesar de todo, la chica tiene un buen trasero y piernas bonitas pensó, mientras se recostaba en la silla del profesor. El resto de las dos horas pasaron bastante rápido. Los chicos hablaban entre ellos, para resolver dudas. Elijah se dedicó a revisar los informes de los alumnos, para saber con quién debía tener cuidado. Ojeo por encima la mayoría, hasta que, en la H, se detuvo mientras observaba el de Prue. Con varias letras diferentes, todos parecían estar de acuerdo en el mal comportamiento de la chica. Pero también coincidían en una cosa, y esta era en sus altas calificaciones. Alzó una ceja al leer aquello.

Llega siempre tarde a clase y se comporta de manera inadecuada, pero sus notas son fantásticas.
No aparece nunca a primera hora, pero siempre saca sobresalientes
Chica problemática y con un sentido de la puntualidad nulo, pero sus calificaciones son increíbles

Y así con todas. Suspiró y siguió revisando archivos hasta que fue la hora. Pidió a sus alumnos que le entregaran los ejercicios hechos durante la clase, y cuando Prue llegó a él le entregó la hoja, con cierta molestia. Salió de la clase junto su amiga Mina y en ningún momento se giró.

Definitivamente, esta chica me saca de quicio pensó, mientras pasaba inconscientemente la mirada de su trasero a los problemas. Se llevó una sorpresa ciertamente inesperada. Elijah sabía el resultado de los ejercicios. Se conocía a la perfección sus desarrollos. Y no se esperaba para nada el hecho de que la chica tenía todo impecable.


-Es un imbécil- gruñó Prue, sentándose en la silla mientras dejaba su refresco sobre la mesa. Mina la miró con reproche.

-Siempre llegas tarde. Yo ya sabía que algún profesor acabaría yéndote a buscar- comentó, ocupando su sitio. Bebió un poco de su Fanta y suspiró- Te avise de que ya estaba en la clase- recordó.

-Y ya sabes que no soporto la primera hora- contraatacó la morena, tirando de un mechón de cabello rosa de su amiga. Esta le apartó la mano, riendo- ¿Cómo se enteró de que estaba en la azotea?- preguntó entonces, encendiendo un cigarro.

-¿Tú qué crees?- inquirió su amiga, levantando una ceja. Prue bufó y dirigió una mirada fulminante al chico de pelo naranja.

-Ese imbécil de Sid… ¿no se da cuenta de que si hace eso me cabrea?- casi parecía gruñir aquellas palabras, tomando un trago de su refresco.

-Yo creo que le gustas e intenta llamar tu atención- bromeó la peli rosa. Prue frunció el ceño mientras Mina reía con fuerza por la reacción de su amiga.

-Es un completo imbécil- repitió.

-¿Sid o el profesor Wilson?- inquirió la otra. La morena puso los ojos en blanco.

-Me reitero, los dos son unos imbéciles- gruño- Aunque eso sí, reconozco que el profesor tiene un culo bastante resultón-

-¡Prue!- exclamó su amiga, con una sonrisa dibujándose en su rostro, que intentaba tapar sin éxito, con las manos.

-¿Qué? Solo soy sincera. El tío esta bueno, aunque sea un plasta- dijo ella, encogiéndose de hombros. Ambas rieron, juntas, como las buenas amigas que eran, mientras Elijah las observaba, desde lejos. Frunció el ceño con desaprobación ante la actitud despreocupada de Prue.

Definitivamente, tendré problemas con esta chica…

Last Assault



Prólogo
El amor puede llegar de muchas formas. Y sino, pregúntaselo a Prudence Wilson.
Una simple estudiante de Universidad, cursando el segundo año de la carrera de Ingeniería de Telecomunicaciones, amante de la adrenalina.
Un profesor nuevo, adicto al boxeo y con un atractivo irremediable, que en su tiempo libre se dedica a las peleas callejeras.
Y una atracción entre ambos, tan apasionada como peligrosa. Su posición y la edad dificultan lo que sea que pueda pasar entre ellos.
Pero a pesar de todo, lo que sienten es sincero, y eso es lo único que importa.

IMPORTANTE

Todos los derechos de la historia están reservados.
El derecho de autor es un conjunto de normas jurídicas y principios que regulan los derechos morales y patrimoniales que la ley concede a los autores (los derechos de autor), por el solo hecho de la creación de una obra literaria, artística, musical, científica o didáctica, esté publicada o inédita
Está reconocido como uno de los derechos humanos fundamentales en la Declaración Universal de los Derechos Humanos

CAPÍTULOS

Personajes

Prudence Henshow, 19 años. Fumadora, saca notas brillantes a pesar de su pésimo comportamiento. Es asidua al club de boxeo ilegal. Parece ser que le gustan los hombres que sean mayores de 25 años. Tiene un pircing en la lengua.


Elijah Wilson, 37 años. Profesor de Física en la Universidad. Parece no soportar a Prue. Es miembro del club de boxeo ilegal. Parece tener problemas en controlar su ira, por lo que pelea para librarse de ella.



Mina Anderson, 19 años. Mejor amiga de Prue, y la única que parece hablar con franqueza hacia ella.


Seth Donovan, 24 años. Solo se sabe que es el compañero de clase de Mina, Prue y Sid.


Sid Rogers, 22 años. Según Mina, parece sentir algo por Prue, aunque no es seguro.


Nigel Cryer, 23 años. Miembro del club de boxeo ilegal. Siente interés en Prue, pero esta le lleva rechazando tiempo


Celia Evans, 19 años. Compañera de piso de Prue. Estudia segundo de Farmacia, ama las galletas y en su tiempo libre escribe


Sarah Connor, 21 años. Fan de Nigel y conocida de Prue.


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Esta lista se actualizará a medida que avance la historia