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Last Assault

domingo, 24 de noviembre de 2013

Albus Potter y el Espejo de Oesed

ADVERTENCIA: esta historia está basada en el universo mágico de JKR, y tanto los personajes como los escenarios pertenecen a esta fantástica escritora. Todos aquellos personajes que no reconozcan, o son originales de JKR como los hijos de los personajes, o son mios. Disfrutad
2.
La canción del Sombrero
Cuando bajaron al andén Albus observó fascinado la masa de alumnos que se arremolinaban para subir a los carros que les llevarían al castillo. El chico recordó lo que su hermano le había contado sobre los thestrals, caballos invisibles que tiraban de los carros. Divisó a James subido en uno de los carromatos junto con sus amigos. Su hermano le hizo un gesto de ánimo y Albus sonrió, girándose para seguir al grupo de alumnos de primero.
-¡Los de primer año por aquí por favor!- exclamó una voz atronadora. Albus y Rose se giraron con una sonrisa para observar a Hagrid, el anciano guardabosques de colegio.
-¡Hagrid!- exclamaron los dos a la vez, lanzándose sobre él para abrazarle. El semi-gigante rió a través de su espesa barba cuando sintió el abrazo de los niños.
-¡Albus pequeño! ¡Qué grande estás!- advirtió- ¡Y tú Rosie! Jajaja, la primera vez que os vi cabíais en la palma de mi mano- recordó con cariño. Los chicos le sonrieron
-¿Vamos a ir en los botes como nos contaban nuestros padres?- preguntó Rose, con la esperanza brillando en sus ojos azules.
-¡Claro que sí! ¡Los de primero, seguidme! ¿No querréis llegar tarde a la ceremonia de selección verdad?- preguntó Hagrid, en tono de broma. El grupo se colocó junto al hombre mientras todos los alumnos se iban acercando.
-¿Es medio gigante?- preguntó Elaine con un hilo de voz.
-Si ¿algún problema con ello?- inquirió Albus, esperando algún insulto hacia el amigo de sus padres.
-¡N-no! Es que...nunca había visto uno y me resulta fascinante- murmuró la chica, dedicando a Albus una sonrisa tímida. El chico relajó los hombros y le devolvió el gesto, animándola a seguir a Hagrid. Observó al resto de personas. Vislumbró entre la marea de estudiantes los rostros redondos y agradables de Alice y Frank Longbottom, los hijos del profesor Neville y Hannah Longbottom, de soltera Abbott, una bruja agradable que se había convertido en la posadera de El Caldero Chorreante. También vio a Scorpius Malfoy, que avanzaba solitario entre tanta gente. De resto, solo conocía a su prima Rose, y las tres chicas que le habían acompañado durante el viaje.
Hagrid los guió a través de la estación, y los llevó hasta un pequeño embarcadero, donde una multitud de barcas flotaban grácilmente sobre las aguas. El moreno las observó maravillado. Cada vez se sentía más y más fascinado por aquél lugar. Vio como Rose tiraba de Elaine y Valeria hasta uno de los botes, donde estaba sentada una chica de pelo plateado (curiosamente como el de la pequeña) y ojos azulados. Prue tiró entonces de la manga de su túnica, y lo llevó hasta un bote donde estaba el chico rubio, Scorpius.
-Es el único donde nos podemos subir- le murmuró por lo bajo. Albus sonrió y el otro arrugó la nariz.
-¿Pasa algo conmigo?- inquirió, con un tono molesto. Prue dio un respingo al escuchar su voz, pero negó rápidamente con la cabeza. Scorpius bufó y se dedicó a observar las ondas en el agua del lago. Albus suspiró y se giró hacia Hagrid, que en ese instante se subía a su bote. El rubio lo observó molesto unos instantes, pero dirigió su mirada hacia el agua seguidamente mientras la pequeña embarcación se deslizaba por las aguas y encabezaba la marcha. Pasaron unos minutos en silencio, hasta que Albus se giró hacia su tercer compañero.
-¿Scorpius Malfoy verdad?- el aludido se giró, y el moreno tragó saliva ante aquellas facciones angulosas, y una mirada que demostraba una madurez impropia de su edad. Asintió secamente.
-¿Malfoy? ¿Eres el hijo de Draco Malfoy?- preguntó entonces Hagrid. Scorpius lo miró detenidamente, parpadeó un par de veces y frunció el ceño.
-¿Cómo sabe quién es mi padre?- preguntó, con un tono que dejaba mucho que desear. Albus le fulminó con la mirada.
-Podrías ser más amable ¿No te parece?- comentó, alzando una ceja. Scorpius le miró con extrañeza- Es el que nos está guiando hasta Hogwarts- añadió, como única explicación. Entonces el chico esbozó una sonrisa con algo de arrogancia dibujada. Volvió a mirar al lago y no dijo ni una palabra.
-No te preocupes Albus...- farfulló el guardabosques, elevando más alto la lámpara que sostenía entre sus grandes manos. El chico suspiró y se giró hacia Prue, con la que empezó a hablar tranquilamente...

Cuando llegaron a la entrada de la escuela se sintió sobrecogido por lo increíble que le resultaba todo. En los cuadros la gente se movía, y creyó ver como alguno de los personajes los señalaban a Rose y él. Alzó la mirada hacia las escaleras cambiantes y una gran sonrisa se dibujó en su rostro. Se acercó a su prima.
-Es genial ¿de verdad vamos a estudiar aquí?- preguntó, señalando la escaleras. Su compañera pelirroja sonrió.
-¿Verdad que es increíble? Según he leído les han hecho un hechizo para que cambien...- murmuró.
-¡Ohhhhh! Alumnos nuevos. Cada año son más pequeños ¿verdad Hagrid?- preguntó una voz sobre ellos. Albus alzó la mirada y se encontró con un hombre pequeño, de ojos negros, con  el rostro ancho. Vestía con abrigo verde, corbata de moño, y pantalones azules. Lo que más destacaba de él era su sonrisa de dientes afilados.
-Déjalos en paz su primera noche Peeves- gruñó Hagrid.
-¿Ese es Peeves?- preguntó entonces Rose sorprendida.
-El mismo Rosie. Sigue siendo el mismo fantasma insoportable que hace diecinueve años- dijo riendo. El poltergeist  hizo una pedorreta y se esfumó en el aire. Hagrid los guió hasta la entrada del Gran Comedor- Bien, ahora quedaos aquí, y entrad cuando os lo digan- anunció. Todos se quedaron paralizados ante el hecho de tener que entrar ante todos los alumnos, pero cuando Hagrid entró, rompieron el silencio con susurros que poco a poco crecían
Espero que me toque en Gryffindor
Pues yo querría ir a Ravenclaw
Yo soy hijo de muggles, no sé donde me tocará
Eran los murmullos que Albus escuchaba del resto de sus compañeros. Se revolvió incómodo, y entonces, recordó el porqué de su inquietud...no sabía en qué casa le colocarían ¿Y si me toca en Slytherin? No quería que eso ocurriera y que su hermano lo estuviese molestando durante toda su vida escolar. Además, recordaba la amenaza de sus primos mayores y tragó saliva.
-Anda de una vez enano- una voz gruñó a sus espaldas y sintió como alguien le empujaba. Hubiese caído al suelo de no ser porque, Rose, que se encontraba a su lado, lo cogió. La pelirroja fulminó al causante con la mirada.
-¿Podrías tener más cuidado no?- pidió, todo lo educadamente posible. El chico se limitó a mirarla de arriba a abajo y esbozó una sonrisa de superioridad. Tenía los dientes blancos, que contrastaban con su piel tostada. Los pómulos altos y marcados, y los ojos oscuros como su pelo cortado de manera que a Albus le recordó a un jugador del deporte muggle que a veces veía con su padre y su tío…baloncesto si no se equivocaba.
-Tienes razón- murmuró, para asombro de Rose. Se giró hacia Albus- Disculpa por chocar contra ti por ser más enano que un inútil elfo doméstico y no haberte visto- declara con una sonrisa petulante. Las orejas de Rose enrojecen de furia, como cada vez que la enfadan. Abre la boca para replicar pero un carraspeo los interrumpe.
-Señor Zabini, ya tendrá la oportunidad de hacer comentarios así en cuanto sea seleccionado para su casa. Estaré encantada de restarle puntos cada vez que le oiga algo parecido. Por su lado, señorita Weasley, espero que los pasos que siga sean lo de su madre, y no los de su padre- los tres se giraron hacia la voz temerosos, pero es Prue, colocada a tras la espalda de Albus, quien murmura un Oh de sorpresa ante la imponente figura de la directora de Hogwarts. Minerva McGonagall es alta, con una mirada dura y el pelo recogido en un moño. Lleva una larga túnica de color verde esmeralda, junto con un sombrero a juego. Unas gafas coronan la punta de su nariz recta- Espero que no armen mucho escándalo. Sus compañeros les están esperando. Ahora asistirán a la ceremonia de Selección. Tras ella, irán con sus respectivas casas. Comerán en sus mesas, dormirán en sus habitaciones y pasaran el tiempo libro en las salas comunes. Ahora síganme por favor- dice, girándose hacia la puerta cerrada ante la cual habían sido llevados. Se abrió con un chasquido, y un calor agradable, mezclado con las voces de los estudiantes que llegaron a Albus. Avanzó torpemente con la fila a través del pasillo que separaba las mesas del Gran Comedor. Eran cinco en total, cuatro dedicada a los alumnos y una, en la cabecera a los profesores. Saludó con timidez a los gemelos Scamander y a sus primos Louis y Lucy, que estaban sentados en la mesa de Ravenclaw. Se sonrojó cuando la hermana mayor de Louis, Victorie, le guiño un ojo desde la mesa roja y dorada. Roxanne y Fred, junto con Dominique, que estaban en su cuarto año, le dedicaron una mueca de ánimo. Luego divisó entre los estudiantes de Gryffindor el rostro de su prima Molly Weasley, que la saludó animada. Y por último, su hermano, junto con Xabier, que hicieron un gesto parecido al rugido de un león, dándole a entender que debía estar en Gryffindor sí o sí. Se quedaron parados ante la mesa de los profesores. Albus y Rose saludaron tímidamente a Neville Longbottom, el profesor de Herbología. La directora McGonagall se giró hacia ellos, con una lista entre las manos, y solo entonces el moreno se fijó en el taburete que había aparecido por arte de magia.
-Es el Sombrero Seleccionador- le susurró Rose. Se giró hacia atrás, para mirar a Prue, que tiraba de su túnica de manera insistente- ¿Si?- pregunto. La chica señaló al techo, en el que se podían ver las estrellas y la luna brillar con fuerza.
-¿Cómo lo hacen?- murmuró.
-Es un hechizo especial. Te permite ver el tiempo que hace fuera sin tener que mirar por las ventanas y sin que te afecte el clima- explicó Rose con voz queda.
-Oh…como mola…¡Eh mirad! Está abriendo la boca- respondió la chica, señalando al Sombrero. Albus iba a decir algo así como Es imposible que un sombrero tenga boca Prue, pero se fijo que la chica tenía razón. Las solapas se arrugaron y pareció que tenía una boca regular:
Diecinueve años han pasado
desde que Voldemort cayó,
y esa larga batalla, aquí en Hogwarts ocurrió.
Los alumnos demostraron, con orgullo y sin temer,
las cualidades de las casas, a las que vais a pertenecer.
Slytherin con su astucia, en la batalla se infiltró
Ravenclaw con su inteligencia, en ningún momento dudo.
Hufflepuff con su lealtad, durante todo el tiempo apoyó
Y Gryffindor con su valentía, los ánimos infundió.
Yo seré quién elija, en que casa viviréis.
Sed conscientes mis alumnos, que allí siempre estaréis.
Probadme y descubriréis, cuales son vuestras habilidades,
y así en siete año, superaréis vuestras debilidades
En cuanto terminó, el Comedor entero aplaudió con fuerza, y Albus no se quedó atrás. A su lado Prue silbaba Demonios…esta chica tiene mucho ánimo encima y Rose sonreía exaltada por lo ocurrido.
-Mi madre tenía razón, esto es fantástico- susurró a su primo, que asintió fascinada.
-Estoy deseando saber en qué casa nos tocará y empezar a dar clases… ¿empezarán por apellido o por nombre en el orden alfabético?- murmuró Albus. Su prima se encogió de hombros ante la pregunta de su primo, y le pidió silencio al ver a la profesora McGonagall desenrollar el pergamino que llevaba en la mano. El chico agarró a su prima con fuerza de la mano y tragó saliva.
-Walden Corner- fue el primero de los nombres. Un niño de revuelto pelo negro y ojos azules avanzó a trompicones y se sentó en el taburete. La directora le colocó el Sombrero sobre la cabeza, y este, tras unos instantes se decidió.
-¡RAVENCLAW!- la mesa azul rompió en aplausos ante su primer alumno, que avanzó con timidez hasta donde sus compañeros. Llamaron a un par de alumnos más, que fueron sorteados a Hufflepuff y a Gryffindor respectivamente.
-Valeria Ellingson- llamó McGonagall. La morena suspiró abatida y se acercó lentamente al asiento. El Sombrero le quedaba algo grande, pero, tan solo dudo unos instantes.
-¡SLYTHERIN!- la mesa de verde y plata alabó a su nueva compañera, que saludó a sus compañeros de tren con timidez mientras caminaba hacia su mesa. Albus miró de reojo a James, que le observaba con atención. Mientras el Sombrero enviaba a una chica a Ravenclaw, el moreno se acercó a su prima.
-Los están llamando por orden alfabético de la Z a la A- murmuró.
-Ya me he dado cuenta- respondió Rose, mientras McGonagall llamaba a Scorpius Malfoy. El chico rubio avanzó con la cabeza bien alta hacia el taburete. En cuanto el Sombrero rozó su pelo, exclamó el nombre de su casa.
-¡SLYTHERIN!- otra vez aplausos mientras Scorpius avanzaba con una sonrisa trémula y se sentaba junto a Valeria.
-Rose Weasley- llamó McGonagall. La pelirroja se sobresaltó al escuchar su nombre y se quedó paralizada- ¿Rose Weasley?- repitió la directora. Albus le dio unas palmaditas en la espalda. La muchacha reaccionó ¡Ay lo siento! y se acercó con pequeños saltos hasta la silla, y sintió el poco peso del Sombrero sobre su cabeza.
-Vaya, vaya…los Weasley no paran de invadirnos muchacha. Tienes una gran cabeza pensante. Podría enviarte a Ravenclaw pero….sí, ya sé a dónde mandarte…¡¡GRYFFINDOR!!- la mesa roja estalló en aplausos. Albus también aplaudió, y Rose le dedicó una sonrisa de ánimo Te veo en la mesa Albus articuló. Mientras ella se sentaba junto a Roxanne, Fred y Dominique, McGonagall llamó a Prue.
-Deséame suerte Al- murmuró la rubia dedicándole una mueca. Se acercó al taburete con una sonrisa radiante y casi pareció arrebatarle a la directora el Sombrero Seleccionador.
-Vaya, una muchachita impaciente…y precoz por lo que veo. Resultarías una Ravenclaw muy buena, sí señor, muy buena. Pero tu corazón… ¡Ah, tu corazón! Eres una verdadera luchadora. Pues en ese caso, solo podrás ser…¡¡GRYFFINDOR!!- dio un grito de alegría al quitarse el Sombrero y correr hacia la mesa para abrazar con fuerza a Rose. Miles Warrington, Malone Zabini y Harper Nott fueron seleccionados para Slytherin. A Elaine Farandole le tocó Ravenclaw; Erika Walker, la niña que había viajado con Rose, Elaine y Valeria en el bote fue seleccionada para Hufflepuff y Frank Longbottom fue enviado a  Gryffindor. Otro Hufflepuf, una Ravenclaw, un Gryffindor. Un tal Benjamin Carmichael fue acogido en Ravenclaw. El número de alumnos se vio reducido a tres: Albus, Alice Longbottom y un chico de pecas y cabello rubio que fue mandado a Gryffindor. Alice le dedicó una sonrisa dulce y se sentó en el taburete, antes de dedicarle a su padre otra sonrisa. El Sombrero gritó “¡¡HUFFLEPUF!!” y la niña se acercó a la mesa con los aplausos a su alrededor.
-Albus Potter- su nombre flotó en el aire y el tragó saliva antes de avanzar ¿En serio? ¿No hay ninguna otra persona que empiece por A? Se sentó temeroso mientras sentía como McGonagall le colocaba el Sombrero. Lo último que vio fue los rostros expectantes de sus compañeros y sus familiares.
-Ummm…otro Potter- murmuró una vocecilla en su cabeza ¿Habrán escuchado el resto esta voz?- Pero es difícil, muy difícil. No eres como tu hermano. Tienes una cabeza llena de ideas, de esperanzas. Quieres ser diferente. Es más, eres diferente. Si…si- murmuraba. Albus se removía incómodo. El tiempo pasaba, y el Sombrero no se decidía. Estaba a punto de perder los nervios cuando la voz del Sombrero llenó el Gran comedor- ¡¡SLYTHERIN!!- el silencio fue aplastante. Demasiado para el gusto de Albus. Todo el mundo le observaba, atónito por la elección del Sombrero Seleccionador. De pronto comenzaron a escucharse unos aplausos tímidos surgir de la marea verde y plateada. Albus se giró hacia el lugar de procedencia, y vio a Valeria aplaudir por la elección. De pronto, alguien lo hizo también, pero el sonido provenía de la mesa de Gryffindor. Se trataba de Prue. A la rubia le siguió Elaine en la mesa de Ravenclaw, los hermanos Longbottom en sus respectivas casas, y seguidamente, y para sorpresa de Albus, Scorpius Malfoy. Tras él, la mesa de Slytherin comenzó a aplaudir. También aplaudieron el resto de mesas, incluida la de los profesores. Albus se dirigió con paso torpe hacia la mesa de Slytherin y se sentó entre Valeria y Scorpius.
-Gracias- murmuró a la chica. Esta le dedicó una sonrisa y pidió silencio, señalando a la mesa de profesores, donde la directora McGonagall se acercaba al atril para dar el discurso de bienvenida.
- Alumnos y alumnas de Hogwarts, es un honor comunicar que la escuela abre sus puertas un año más ante todo aquel que esté dispuesto a estudiar en este colegio, los secretos de la magia y la hechicería. Debo anunciar a los alumnos de primer año, y recordar a los demás, que el bosque prohibido no es seguro, sobre todo si estáis solos. El señor Filch me ha pedido que os recuerde que está terminantemente prohibido usar la magia en los pasillos y también el uso de cualquier artículo de Sortilegios Weasley- comenzó, dedicando una mirada severa a Fred y Roxanne, los mellizos, y seguidamente a James y Xabier- Quiero dar también la enhorabuena, a los alumnos recientemente seleccionados para sus casas. Los capitanes de los equipos de Quidditch deben pasar por mi despacho cuando tengan su equipo completo, y comunicar la solicitud del campo con un poco de antelación para los entrenamientos- añadió, mientras se ajustaba las gafas sobre el puente de la nariz. Albus entonces observó a resto de profesores y saludo tanto a Hagrid como a Neville- Por último, no tengo nada más que decir en este momento, que desearos suerte en vuestros estudios, y que tengáis una saludable cena de bienvenida- concluyó, dedicando a todos una sonrisa, mientras se daba la vuelta para ocupar su sitio, entre Horace Slughorn, el profesor de Pociones, un hombre ancho y bajo, con la cara redonda y sonrosada, con un poblado bigote; y Neville, que intercambio unas palabras con la directora y sonrió gentilmente.
Albus centró entonces su atención en el banquete que se había aparecido ante sus ojos: pasteles de calabaza, de carne, de riñones, costillas de cerdo, muslos de pollo, grandes fuentes de patatas fritas y cocidas, guisantes hervidos y caldos espesos de cebolla que desprendían un aroma embriagador…
El moreno se centró en servirse un poco de todo, para probar la deliciosa comida de la que su hermano mayor siempre hablaba. Charlo animadamente con Valeria sobre quidditch, agradecido de que la chica lo viese y de poder estar con alguien tan agradable como ella. Alargó la mano hacia la fuente de pasteles de calabaza, donde solo quedaba uno, y en su trayectoria se cruzó otra mano. Ambas se apartaron y Albus miró al dueño. Se trataba de Scorpius Malfoy, que le observaba con una confusión parecía a la que sentía en ese momento.
-Cógelo tú, no me importa- soltó el rubio. Parecía que arrastraba las palabras, pero en sus ojos había calidez, y en su voz ni una pizca de arrogancia. Albus sonrió, lo cogió y lo partió por la mitad, dándole a Scorpius uno de los trozos.
-Siempre me han dicho que la comida sabe mejor si la compartes- dijo, dedicando el gesto de su rostro a Scorpius, que primero miró el trozo sorprendido y luego a Albus agradecido. Cogió la comida que le tendía el moreno y engulló sin miramientos el pastel.
-Y a mí siempre me han dicho que hay que masticar la comida- añadió Valeria, frunciendo el ceño ante la actitud del rubio. Scorpius rió con diversión, se limpió la boca con la servilleta y le tendió la mano a Albus.
-No nos hemos presentado formalmente. Scorpius Malfoy- se presentó. Y Albus sintió que aquél chico le caería bien. Le estrechó la mano tendida.
-Albus Potter, un placer- respondió el moreno. Scorpius miro a Valeria, que cortaba un filete de pollo con educación. La chica dirigió su mirada verde y azul al rubio.
-Valeria Ellingson- murmuró, y como si eso bastase, ataco de nuevo al filete, ignorando a sus compañeros de mesa.
-¿No habla mucho verdad?- preguntó Scorpius. Albus sonrió.
-En el tren por lo menos hablaba- comentó, mordiendo su pedazo de pastel de calabaza. De pronto, la fuente volvió a llenarse y él y Scorpius se lanzaron a coger un par cada uno.
-Tu padre es Harry Potter ¿no?- preguntó de pronto. Albus tragó el pedazo de pastel y alargó el tenedor para coger unas pocas patatas.
-Si…y el tuyo es Draco Malfoy ¿verdad? Saludó a mi padre en la estación- comentó Albus. Scorpius asintió.
-Él quería que me tocase en Slytherin…me dijo que si no me tocaba en esta casa me desheredaba- comentó entre risas. Albus rió con él.
-Mi tío Ron me amenazó con básicamente lo mismo, solo que en mi caso era si me tocaba en Slytherin- comentó.
-Vaya, pues en ese caso te has quedado sin herencia- bromeó el rubio, mientras se limpiaba con la servilleta y se acomodaba en el asiento. Albus sonrió y desvió su mirada hacia la mesa de Gryffindor, al otro lado de la sala, donde vio a Prue y Rose sentadas junto a James y Xabier, que hacían reír a la rubia pero no a la pelirroja, que los observaba con el ceño fruncido. Prue entonces se percato de la mirada de Albus y lo saludó con efusividad. El moreno le devolvió el gesto y luego se dedicó a observar a sus compañeros. Entre ellos advirtió la mirada petulante del llamado Zabini, que estaba sentado con Miles Warrington, un muchacho de hombros anchos y pelo color arena; y Harper Nott, un chaval pequeño y flacucho, que saludo con timidez a Scorpius.
La cena transcurrió sin ningún otro problema para Albus, sin contar por supuesto las miradas furtivas que varios de sus compañeros de mesa y casa le lanzaban, preguntándose cómo era posible que un Potter hubiese acabado allí, en la mesa de las serpientes. Los platos de carne, sopas y demás dieron paso a grandes tartas de melaza, helados de todos los sabores, y algún que otro dulce de la tienda de Honeydukes, como las meigas fritas, cuencos de grageas, calderos de chocolate…Albus agarró una tarta de melaza, un caldero, unas grageas y un par de meigas, y Scorpius le imitó. Valeria se limito a agarrar un trozo de tarta y lo comió con delicadeza.
Tras aquella cena tan abundante, Albus ya no podía pensar en otra cosa que en irse a la cama. Vio que algunos alumnos se levantaban de sus respectivas mesas para acercarse a otras y así hablar con sus amigos. Albus vio entonces a Prue y a Rose, caminando hacia ellos. La pelirroja parecía estar a punto de reventar, pero la rubia seguía devorando un caldero de chocolate. Antes de darle el mordisco, comió una meiga y flotó delicadamente a un par de centímetros sobre el suelo.
-¡Estoy llena!- exclamó, sentándose entre Valeria y Albus sin miramientos, ganándose así miradas de incredulidad por parte de varios alumnos de Slytherin, y otros tantos de Ravenclaw que se encontraban en la mesa de al lado. Rose por su lado se mantuvo más alejada, observando a Scorpius con suspicacia.
-¿Pasa algo?- preguntó el rubio, comenzando amostrarse molesto por el examen visual de Rose. La pelirroja dio un respingo en su sitio pero negó con la cabeza mientras se giraba hacia Prue.
-Yo voy a volver a la mesa- murmuró, dándose la vuelta y dirigiéndose a la mesa roja y dorada. Pero Prue no se movió de su sitio y partió su caldero en cuatro trozos, que entregó a sus compañeros. Scorpius observó extrañado el que  le tendía
-¿No quieres?- preguntó Prue.
-S-si…pero…me extraña que me lo des así, sin conocerme siquiera- murmuró.
-Estás hablando con Al y con Val, eso me basta para saber que eres un tipo legal- explicó la chica, encogiéndose de hombros. Scorpius sonrió y cogió el trozo de caldero, mordiéndolo a continuación- Prue Lalonde, por cierto- dijo sonriente, cogiendo la mano de Scorpius para estrecharla. El rubio rio divertido.
-Scorpius Malfoy- se presentó, por segunda vez aquella noche.
-Te presentaste en el vagón ¿verdad?- preguntó Prue entonces. El chico asintió.
-Y nos subimos juntos a la barca- añadió. La rubia rio divertida y entonces la directora McGonagall se levantó y carraspeó ligeramente. El Gran Comedor quedó completamente en silencio.
-Bien alumnos. Tras esta abundante cena, no tengo nada más que hacer que desearos buenas noches y que espero veros mañana a primera hora para el comienzo de las clases. Los prefectos de cada casa les guiarán hasta las salas comunes, donde les espera su equipaje. Espero que vuestra estancia aquí, en Hogwarts, sea para vosotros una experiencia maravillosa y única- dijo, mientras sonreía a todos los alumnos, que aplaudieron con efusividad. Prue se levantó como por un resorte y corrió hacia su mesa despidiéndose de Albus, Scorpius y Valeria.

-¡Los de primero por aquí por favor!- escuchó el moreno. Se giró para mirar a un chico alto y espigado, con el cabello revuelto de tono castaño y ojos claros. Albus se apresuró a seguir la fila de alumnos. Recorrieron los pasillos, y bajaron por una escalera hasta las mazmorras. El prefecto se detuvo ante una pared y pronunció las palabras Carpe Diem. La pared se deslizó hacia un lado, dejando entrever un pasillo que desprendía un brillo verdoso- Por aquí por favor- comentó el prefecto, metiéndose por el pasadizo. Albus lo siguió, expectante, seguido por Scorpius y Valeria.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Forbidden Love

Quizás, era lo que deparaba la suerte. Quizás, era una simple coincidencia. Perder todo lo que eres, todo lo que serás, por algo más importante que tu propia existencia. Condenados a que, cada vez que sus labios se encuentren, cada vez que sus corazones latan como uno, volver a caer en la oscuridad, en las brumas, y en el olvido...

Vidas ajenas. distritos separados. Situaciones paralelas. Quizás, para el resto, no existía más que una rivalidad. Un odio mutuo en el que se reconcomen los pensamientos, los sentimientos. Quizás si sus palabras no hubieran sido acertadas no habrían podido acabar como acabaron. Las decisiones se tomaron, los caminos se eligieron. Uno junto al otro. Rojo y blanco. Bondad y maldad. Vida y muerte. Quizás es algo extraño. Quizás es algo inusual. No más que un sueño, amenazados por la muerte inminente. Pero aún así, los sentimientos florecen, la cordura pasa a ser parte del pasado. Y todos, menos aquella persona que se mantiene junto a ti, son enemigos. Trampas, y confesiones, muerte y destrucción. La compasión no tiene cabida aquí, en los Juegos. Aquí todo desaparecerá, con un solo chasquido, con la punta de una lanza, y con el filo de un puñal. Observarán el cielo, azul, brillante. Y se someterán al sueño profundo de su maldición....

Desconocidos. El frío y duro suelo de metal los acompaña en los escasos recuerdos empañados por la niebla. Verán los rasgos, sentirán la añoranza, pero no podrán recordar. De nuevo caminos cruzados. Atrapados en otro juego infernal, obligados a morir para sobrevivir. Simples caricias, gesto inocentes de preocupación, que camuflan un deseo, unas ansias de matar, o simplemente un sentimiento de desconfianza. Pero poco a poco, todo se confunde, todo cambia. Una sonrisa, un gesto de protección, y aquello que los movía, aquello que los motivaba, desaparece dando paso de nuevo a sentimientos encontrados, a recuerdos perdidos. Blanco y rojo. Maldad y bondad. Muerte y vida. Es el ciclo vital al que se someten, es su naturaleza, tan voluble, tan cambiante. Y de nuevo, fuego, destrucción, y el roce de los dedos cuando están a punto de sucumbir ante los sentimientos que tan profundamente guardan en sus corazones, sin lograr su objetivo, perdiéndose de nuevo...

Plumas blancas. Alas negras. Y en medio de todo, el rojo y el blanco, corazón con corazón, y una maldición que les obliga a morir, antes de poder siquiera volver a amarse...

jueves, 7 de noviembre de 2013

Albus Potter y el espejo de Oesed

1
Hogwarts Express
Albus se acurrucó junto a la ventana en el compartimento de Expreso de Hogwarts. Su hermano James se había separado de él en cuanto se encontró con Lysander y Lorcan Scamander, los rubios gemelos hijos de Luna Scamander, amiga de sus padres, y con Louis Weasley, uno de sus primos, hijo de Bill y Fleur Weasley. Junto a él estaba su prima Rose, leyendo con avidez uno de los muchos libros que tenían que usar durante ese año.
-Rosie ¿por qué no dejas de leer? Ya tendrás tiempo al llegar a Hogwarts- gruño Albus, mirando por la ventana. Solo se encontraban ellos dos en el compartimento. Todos sus primos estaban con sus respectivos amigos, así que solo quedaban ellos, los de primer año.
-¿Y por qué no me dejas leer Albus?- inquirió la niña, alzando la vista del libro. El chico observó sus ojos azules, como los de su tío, y su nariz cubierta de pecas.
-Me aburro, simplemente- contestó él, volviendo a mirar por la ventana.
-¿Por qué no te cambias?- preguntó ella. Albus volvió a gruñir y se revolvió en el asiento.
-¿Para qué? ¿Para qué me vea James y empiece a restregarme que iré a Slytherin?- contestó, incorporándose en su asiento. Su prima suspiró y volvió la vista al libro que tenía entre las manos.
-¿Por qué no compras algo en el carrito? Así te entretienes. Puedes empezar a coleccionar los cromos de las ranas de chocolate- añadió Rose a su oferta. Albus la miro detenidamente antes de levantarse y asomarse por la puerta del compartimento. Cuando divisó el carro fue hacia él veloz. Con la bruja que lo conducía, se encontraba una niña de su edad, con el pelo rubio platino sobre los hombros.
-Entonces querida, ¿qué deseas?-  preguntó con una sonrisa amable. La chica se quedó en silencio unos segundos antes de contestar.
-Una caja de grageas de todos los sabores de Bertie Bott y una de bolas de chocolate- dijo al final. La bruja lo rebuscó otros exasperantes segundos para Albus y le tendió a la joven dos cajas.
-Son cinco knuts por caja cielo- contó la mujer. La chica rebuscó en los bolsillos de sus vaqueros y sacó unas monedas que le entregó a la vendedora. Entonces se giró y Albus pudo observar sus ojos. Tenían un extraño magnetismo, de un profundo color fucsia oscuro, tirando a violeta. La chica se disculpó y paso junto a Albus, hacia algún compartimento perdido en el vagón.- ¿Y tú querido?- preguntó entonces la bruja. El chico volvió en sí y pidió tres ranas de chocolate y una caja de ratones de azúcar chillones para Rose. Pago lo requerido y volvió junto a su prima.
-Toma, los he comprado paras ti- dijo el chico tendiéndole la caja de ratones. La pelirroja los miró fascinada, rió con agradecimiento y, tras abrir la caja, se metió uno de los ratoncillos en la boca.
-Delicioso...se deshacen en la boca- murmuró. Miró a Albus, su pelo negro despeinado, sus ojos verdes- ¿Quienes te han tocado?- preguntó.
-Helga Hufflepuff, Bertie Bott y Montague Knightley- respondió, observando los dos magos y la bruja.
-¡Que suerte! Una de las fundadoras de Hogwarts- exclamó Rose, cogiendo el cromo para observarlo. Una mujer de sonrisa amable y cabellos castaños.
-Ya. Tengo también a Godric Gryffindor. Me quedan Rowena Ravenclaw y Salazar Slytherin- murmuró Albus. Rose le tendió el cromo. Y se mantuvieron en silencio unos minutos. Entonces la puerta del compartimiento se abrió y los dos se giraron para mirar a tres chicas. Albus reconoció a una de ellas como la rubia que había comprado las grageas y las bolas de chocolate.
-¿Están ocupados?- preguntó esta señalando los asientos vacíos. Rose le dedicó una sonrisa radiante.
-Tranquila, podéis sentaros- respondió, haciendo un gesto para restar importancia. La chica sonrió y se giró a sus compañeras, invitándolas a entrar. Se sentó junto a Albus, que observó curioso a sus acompañantes. Una de ellas era pequeña, de pelo platino recogido en dos coletas y ojos violáceos. La otra tenía el pelo largo de un tono castaño oscuro, y ojos curiosos (uno verde y otro azul)- Soy Rose Weasley, y el mi primo Albus Potter- se presentó. El chico se revolvió incómodo.
-¡Puedo presentarme solo Rosie!- exclamó el chico. La rubia rio divertida.
-Yo soy Prudence Lalonde, la peliplata es Elaine Farandole, y la morena es Valeria Ellingson. Es nuestro primer año en Hogwarts- dijo, presentando a sus compañeras- Se supone que iba en otro compartimento, pero cuando volví de comprar los dulces estaba lleno. Me las encontré en el pasillo y les dije que buscásemos un compartimento juntas- explicó la chica, abriendo la caja de bolas de chocolate. Se llevó una a la boca y sonrió- Nata de Cornualles y mousse de fresa, mi favorito- comentó, sonriente. Ofreció a sus compañeros de compartimento. Rose y Elaine cogieron una cada una. Albus sonrió por primera vez desde que volvió a entrar tras comprar los dulces. Alargó la mano y cogió una bola de chocolate.
-¿En que casa creéis que os tocará?- preguntó Elaine. Su voz era aflautada y dulce.
-Me gustaría en Gryffindor- susurró.
-¡Te tocará en Gryffindor Al!- exclamó Rose- Toda la familia ha estado en Gryffindor. Mis padres han estado en Gryffindor, los tuyos igual. Nuestros tíos, exceptuando a Fleur, estuvieron en Gryffindor. Y nuestros primos, sin contar a Lucy y Louis que están en Ravenclaw. Y tanto tú como yo estaremos en Gryffindor- aseguró. La chica morena, Valeria, miró distraídamente por la ventana.
-A mi me tocará en Slytherin...- murmuró. Albus la miró sorprendido- Toda mi familia ha estado en esa casa- explicó, antes de que nadie pudiese decir nada.
-Jo... ¿Slytherin? Mi padre me decía que yo sería de Gryffindor o de Ravenclaw- murmuró Prudence. Elaine se revolvió.
-No lo sé la verdad...- murmuró desviando la mirada hacia la caja de grageas de Prue- ¿Me das una?- pidió. La chica sonrió.
-Cuidado y que no te toque ninguna que sepa mal- advirtió Rose. La peliplata sonrió y cogió una de la caja que le tendía la chica rubia. Rebuscó y sacó una de un extraño color marrón.
-Me da mala espina- murmuró.
-¡Arriésgate Eli!- exclamó Prue.
-¿E-eli?- farfulló ella, sonrojándose.
-¡Sí, es tu apodo!- contesto. Elaine sonrió y se llevó la gragea a la boca. La mordió, y todos los del vagón, incluido Albus, que había observado la escena con diversión, observaron expectantes la reacción de la chica. Su rostro se iluminó.
-¡Es de chocolate!- exclamó. Y todos los del compartimento estallaron en carcajadas.

-¡Vaya Albi! ¿Ya has hecho amigas?- el chico desvió la mirada de los cromos que intercambiaba con Prue a la puerta, donde un chico pelirrojo con las mejillas llenas de pecas, y una chica de piel olivácea y cabellos oscuros esbozaban sendas sonrisas.
-¡No me llames Albi Fred!- exclamó el moreno, poniéndose rojo.
-Oh vamos pequeño- comentó la chica, entrando y revolviéndole el cabello. Cogió una gragea de la caja y se la llevó a la boca. Dibujó una mueca de disgusto- Cera para el oído, debería haber elegido mejor- murmuró, sentándose junto a Prue.
-Roxanne ¿no tenéis compartimento propio?- preguntó Rose, mirando a sus primos.
-Queríamos ver a nuestros primos novatos- dijo Fred revolviéndole el cabello a Rose- Y advertiros que más os vale que os toque en Gryffindor...-
-...si no queréis que usemos los Sortilegios Weasley sobre vosotros- terminó Roxanne por él. Rose rió divertida, pero Albus no le encontró la gracia al chiste. Se encogió en su asiento durante toda la visita de sus primos y cuando se hubieron marchado se estiró. No es que no le cayesen bien, pero eran bastante traviesos. Según su hermano James, Roxanne y Fred eran los alborotadores jefes del colegio, y después estaban él, Xabier, Lysander y Louis. Durante un rato intercambió cromos con sus compañeras, hasta que alguien volvió a abrir la puerta. Albus fijó su vista en el chico que los observaba indiferente. De rasgos angulosos y finos, pelo lacio y rubio platino, y ojos oscuros. Albus recordó fugazmente la despedida en la estación, y como su tío Ron había advertido a Rose que no  se acercara a él...se llamaba...
-Scorpius Malfoy- se presentó secamente- ¿Sabéis a qué hora llegaremos a Hogwarts?- preguntó. Todos negaron con la cabeza- Gracias- y tras las palabras desapareció por el pasillo.
-¿Y eso?- preguntó Prue alzando una ceja. Todos se encogieron de hombros, y siguieron a lo suyo. Rose se puso a hablar con Valeria sobre el colegio y las asignaturas. Por su lado, Elaine leía las biografías de los cromos de las ranas de chocolate, y Prue charlaba animadamente con Albus sobre quidditch. La rubia quería ser buscadora del equipo de su casa en Hogwarts, y el moreno compartía su deseo. Se desearon suerte si les tocaba en la misma casa.

-Ohhhh- la exclamación de sorpresa de Elaine captó la atención de todos. Se asomaron por la ventanilla, y apretujados, observaron el castillo que se alzaba ante ellos.
-Es precioso- murmuró Prue, mientras una sonrisa se dibujada en su rostro.
-Mucho...más de lo que me contaba mi padre y mi madre- añadió Rose, mirando fascinada las luces que parecían flotar bajo el castillo, reflejadas en el lago- ¿Será cierto lo del calamar gigante?- preguntó.
-¿Lo que nos contaban nuestros padres?- preguntó Albus. Rose asintió y el chico se despegó de la ventana- Voy a ir a ponerme la túnica ¿alguien viene?- Prue se despegó también del cristal y dijo que le acompañaba. Juntos salieron del compartimento y se encaminaron hacia el lugar donde estaban los baúles. Siguieron hablando de quidditch por el camino. Albus estaba tan distraído que no se dio cuenta del compartimento por el que pasaban.
-¡Vaya Al! ¿Ya te has echado novia?- preguntó la voz de James. El chico se sonrojó ante la salida de su hermano, que asomó al pasillo. Llevaba ya puesta la túnica con los colores de Gryffindor. Junto a él estaban los gemelos Scamander y su primo Louis, vestidos del azul de Ravenclaw, y Xavier Allister, un chico de piel olivácea (no tanto como Roxanne), pelo oscuro, espeso y ojos del mismo tono, con el color de Gryffindor como el de James.
-¿Quién es este Al?- preguntó Prue, alzando una ceja hacia el chico- ¿Tu niñera?- añadió, dibujando una sonrisa en su rostro. James soltó una carcajada.
-Rebelde y divertida, has elegido bien Al- comentó Xabier desde su asiento. El chico se revolvió incómodo y le dedicó a ambos chicos una mirada corrosiva.
-Dejadme en paz- soltó, y se encaminó hacia donde los baúles. Escuchó los pasos rápidos de Prue tras él y se giró.
-Muy simpático... ¿es tu hermano?- preguntó con una sonrisa irónica.
-Lamentablemente si- gruñó Albus. Prue rió divertida y al cabo de los segundo Albus se le unió y tuvieron que parar para poder reír a gusto. Cuando estuvieron cambiados volvieron al compartimento junto a Rose, Elaine y Valeria. Todas estaban ya vestidas con las túnicas. Se sentaron de nuevo y esperaron a que el tren se detuviese en la estación.

Albus Potter y el espejo de Oesed

Prólogo: Noche tormentosa
Harry abrió los ojos exaltado y se llevó la mano a la cicatriz por puro instinto. Solo sintió la piel cálida y la textura de la herida en forma de rayo. Miró a Ginny unos segundos antes de levantarse de la cama y acercarse a la ventana. Descorrió la cortina y apenas pudo vislumbrar la calle de su hogar tras la gruesa cortina de agua que caía. Tras todos los sucesos, Harry y su familia se habían mudado a Godric Hollow, a una agradable casa de dos pisos, cerca de la iglesia. Suspiró y deslizó la mano por el cristal. Salió de la habitación si hacer ruido y se paseó por el pasillo hasta el cuarto de su hija Lily. La pequeña dormía plácidamente, abrazada al pequeño cachorro que habían encontrado de vuelta a la casa, tras dejar a sus hijos en King Cross. Se desplazó hasta la habitación de su hijo mayor. Los estandartes de Gryffindor adornaban las paredes, junto con una foto del equipo de quidditch. Su chico se había convertido en uno de los cazadores en su segundo año de Hogwarts, y portaba orgulloso su título. Por último, fue a la habitación de su hijo menor. Albus no tenía ningún estandarte de las casas del colegio. Aquél era su primer año, y en esos momentos estaría durmiendo en las habitaciones de su casa.
-Estará bien, no te preocupes- la voz de Ginny lo sacó de sus pensamientos. Se giró con una sonrisa cansada y besó su frente.
-Lo sé…Albus es un buen chico- murmuró, abrazándola- Pero no es eso lo que me preocupa-
-¿Te duele la cicatriz?- Ginny abrió los ojos como platos, con la preocupación dibujada en ellos.
-No es eso…pero he sentido algo extraño- contestó él. Desvió la mirada hacia la cama de su hijo.
-Habrá sido una pesadilla. Lo que ocurrió hace 19 años fue demasiado para ti, demasiado para todos. Es normal que de vez en cuando tengas alguna pesadilla- razonó su mujer. Harry esbozó una sonrisa tierna y la besó con suavidad.
-Si…seguro que es eso- murmuró, mirando por la ventana, más allá de la lluvia.
Escucharon un sonido provenir de la habitación contigua. Harry reconoció el familiar "crac" que producía aquél ruido y sonrió. Ambos se miraron, con una mezcla de diversión y complicidad. Salieron de la habitación de Albus y se metieron en la de invitados, donde encontraron a un chico de unos 19 años, con el cabello azul alborotado y los ojos de un gris oscuro. Ginny carraspeó y el chico dio un respingo:
-¡Maldita sea! ¡Avisad antes de darme esos sustos!- gruño. Ambos rieron ante la reacción del chico.
-Teddy... ¿qué horas son estas de llegar?- inquirió la pelirroja, alzando una ceja. El chico se sonrojó y se pasó la mano por el pelo, revolviéndoselo más. Harry sonrió al recordar a otro mago que solía hacer eso muy a menudo.
-Me entretuve. Dung me invitó a hidromiel- se excusó el chico.
-¿Mundungus?- repitió Ginny, incrédula. Teddy asintió con un resoplido. Sabía que Mundungus Fletcher no le caía en gracia a la mujer que tenía frente a él.
-No hay ningún problema- farfullo el peliazul, poniéndose rojo.
-Baja la voz Teddy- pidió Harry- Lily está durmiendo- explicó. El chico abrió la boca pero se decidió por cerrarla.
-¿Puedo irme a dormir ya? Estoy hecho polvo- Ginny quiso protestar, pero Harry colocó una mano sobre su hombro y la chica se calmó.
-Ponte el pijama Teddy, antes de que te haga el maleficio de los mocomurciélagos- bromeó Ginny mientras salía de la habitación. El joven la siguió con la mirada y soltó un suspiro de alivio.
-¿Cómo puedes convivir con ella?- preguntó, alzando una ceja.
-Por amor Teddy- contestó Harry, con la intención de volver a su habitación- Buenas noches- comentó, antes de salir.

Se encontraba en la Madriguera. Habían pasado dos semanas desde la batalla acaecida en Hogwarts, y la tranquilidad reinaba en el mundo mágico y humano. Harry acababa de llegar de visitar a sus tíos, que habían vuelto a Privet Drive. No es que hubiese sido la mejor reunión entre ellos, pero aunque sea Dudley se había comportado con educación. La señora Weasley sirvió el desayuno y Harry fue el primero en sentarse. Seguidamente apareció Ron, junto con Hermione, cogidos de la mano. Ginny iba detrás de ellos, hablando en susurros con George. El señor Weasley entró a la cocina desde la puerta del jardín acompañado por Percy y Charley. Todos comieron en silencio. Harry, por primera vez, se sentía incomodo entre los Weasley, pero lo atribuyó al hecho de que uno de ellos había muerto por su causa. La falta de Fred era palpable entre todos ellos. George no mostraba los ánimos de antaño, y la señora Weasley estaba más callada que de costumbre, porque no reñía a los gemelos. Fue el primero en terminar de desayunar y se levantó para recoger los platos:
-No hace falta Harry, querido, ya lo hago yo- murmuró la señora Weasley. Harry se quedó parado mientras sus platos volaban hacia el fregadero- Puedes subir a cambiarte p-para el funeral- añadió. Harry se quedó parado ante la mención del acto. Se había olvidado de que esa tarde sería el funeral de Fred, Lupin, Tonks y varias personas más. Subió a la habitación de Ron y sacó su túnica de gala del baúl. La miró compungido. Por su culpa iban a hacer un funeral. Por su culpa iban a enterrar a grandes personas que no merecían haber muerto. Personas buenas que tendrían una vida que vivir, una familia que formar, un futuro que crear. La mañana paso muy rápido para Harry. Pronto se vio dentro de un coche mandado por el Ministerio junto a todos los demás. Se sentó entre Ron y Ginny, que se mantenía firme. El chico entrelazó los dedos con los de la pelirroja, que le miró agradecida por su gesto. No tardaron mucho en llegar al cementerio donde iban a enterrar a las víctimas.
Harry vio de reojo a Aberforth Dumbledore, junto con Hagrid. También avistó a Oliver Wood, y a Neville acompañado por Luna. Dean Thomas, Seamus Finnigan, Lavender Brown (que había conseguido recuperarse a duras penas del ataque), las gemelas Patil, Dennis Creevey, a Bill y Fleur Weasley, los profesores de Hogwarts (McGonnagall, Sprout, Flitwick, Trelawney, Slughorn...), varios empleados del Ministerio, entre ellos el mismo Ministro Kingsley Shacklebolt, miembros de la Orden del Fénix, Madame Maxime, Firenze, Grawp, varios elfos domésticos de las cocinas de Hogwarts, incluido Kreacher. Todos los que habían ayudado a Harry en sus años en Hogwarts, todos los que le habían ayudado durante su vida. Se sentó en la primera fila, junto a Hermione y la señora Weasley. Los ataúdes estaban colocados tras el mismo mago que había presidido el funeral de Albus Dumdeldore. Soltó una perorata de palabras sin sentido. Él no sabía que significaban los cuerpos que descansaban a sus espaldas. De pronto sintió una sacudida y miró a Hermione, que le señalaba la tarima y al mago con el brazo extendido, señalándole el lugar que había ocupado instantes antes. Recordó su promesa de hablar en el funeral. Se levantó con algo de lentitud, retrasando el momento de su improvisado discurso. En cuanto estuvo de cara a todo el mundo, lo único que hizo fue fijar su vista en Ginny, que le infundía ánimos a través de sus ojos oscuros.
-Estamos hoy aquí para despedir a muchas personas que han sido especiales para nosotros. La maldad de Voldemort nos ha arrebatado a amigos, familia, amores. Ha despojado a hijos de sus padres, a padres de sus hijos, a amigos de sus amigos, y a personas de la gente amada. Fred Weasley era una de las personas más...- observó a la familia, como esperando su consentimiento para hablar, pero las lágrimas de agradecimiento de la señora Weasley y el asentimiento del señor Weasley le infundió fuerzas-... Fred Weasley era todo un buscalíos...y una de las personas más valientes que he podido conocer. Él y George- le dedicó una mirada agradecida al gemelo- me ayudaron cuando lo necesitaba, me mostraron formas de...- rió con tristeza al recordar su tercer año, cuando consiguió el mapa de los Merodeadores de sus manos-...formas de escapar de Hogwarts. Remus Lupin fue el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido. Me enseñó a hacer mi patronus y a enfrentarme a mis miedos. Fue un hombre valiente, y me alegro muchísimo, que al final de su vida lograse encontrar la felicidad que se merecía- en ese momento miró a Andrómeda Tonks, que mecía con suavidad a Teddy Tonks. La mujer dirigió su mirada de párpados caídos a Harry. estaban llenos de tristeza y bondad- Nymphadora Tonks, fue una bruja maravillosa, obstinada, terca...pero poderosa y habilidosa. Lamento...lamento tanto sus muertes...- sintió como las lágrimas se deslizaban por sus mejillas- No debería haber pasado esto...pero los recordaremos. Los recordaremos a todos. A Fred, a Remus, a Tonks, a Colin Creevey, a todos esos estudiantes y personas que murieron defendiendo Hogwarts...y a Severus Snape- el nombre fue recibido por muchos con sorpresa- Severus Snape fue...uno de los hombres más valientes que he podido conocer, fiel a Dumbledore hasta el final- comprobó entonces que los ojos lo observaban con admiración. Un nudo se formó en su garganta- L-lo siento...n-no puedo seguir hablando- y tras eso, se volvió a sentar en su sitio, no sin antes dirigir una mirada de agradecimiento a todo el mundo, a todos aquellos que habían peleado a su lado, a todos sus amigos, compañeros, profesores...a todos y cada uno de ellos.


Harry se despertó a la mañana siguiente. El lado de la cama de Ginny estaba vacío. Se levantó y bajó al piso inferior, donde el aroma a tostadas y pastel de melaza le embriagó. Ginny agitaba la varita con delicadeza para deleite de Lily, su hija pequeña. El cabello pelirrojo caía sobre sus hombros. El moreno las observó con cariño, con amor. Eran su familia. Eran lo más importante del mundo para él. Se abalanzó sobre su hija, que rió divertida ante la aparición de su padre. Ginny los observo con una sonrisa dibujada en el rostro, mientras las tartas volaban a la mesa y Teddy Lupin bajaba las escaleras.

Personajes "Albus Potter"

Editando~

Saga Albus Potter

Editando ~

sábado, 24 de agosto de 2013

Cinderella [Escena censurada 5ª Parte]

When you think the night has seen your mind, that inside you’re twisted and unkind, let me stand to show that you are blind. Please put down your hands because I see you. I’ll be your mirror (Cuando pienses que la noche se ha instalado en tu mente, que en tu interior estás retorcido y angustiado, deja que te demuestre que estás ciego. Baja las manos porque puedo verte. Yo seré tu espejo).
-Lou Reed


-
¿Te estás divirtiendo?- me preguntó Nathaniel entrelazando sus brazos alrededor de mi cintura. A pesar del volumen de la música le entendí, así que me giré y le besé con avidez.

-
Muchísimo…- murmuré, abrazándole. Katherine se plantó a mi lado.

-
¡Max!- me abrazó y yo le devolví el abrazo riendo.

-
¿Qué ocurre?- pregunté, feliz. Desde hacía varios días me llevaba muy bien con mi hermanastra.

-
¡Lys! ¡Me pidió salir!- exclamó. La abracé con fuerza y giré con ella.

-
¿¿En serio?? ¡Me alegro muchísimo Kath!- dije. Ella me dedicó una sonrisa llena de ternura, y me abrazó con el mismo sentimiento.

-
Y todo gracias a ti…- murmuró. Yo le devolví el abrazo, y la mandé con el albino, diciendo que no le dejara solo mucho tiempo. Busqué entonces a mi rubio con la mirada, pero parecía que Amber se lo había llevado a un lado para hablar, así que me dediqué a pasear por el lugar…

-
Quiero hablar contigo- me giré hacia Castiel, que me miraba con seriedad. Tragué saliva, pero asentí.

-
¿Qué quieres?- pregunté. Él negó con la cabeza.

-
En privado, hay mucho ruido- dijo, tirando de mi hacia el otro lado de la sala. Pasamos junto a muchas caras desconocidas, y llegamos a un pasillo desierto. Castiel abrió una puerta y entramos en una pequeña habitación con un sofá. Me senté en él, alisando mi vestido, y miré al chico, que cerró la puerta a su espalda.

-
¿Qué ocurre Cast…?- me interrumpió con un beso. Abrí los ojos sorprendida y le observé confusa- ¿¡Qué demonios…!?- volvió a besarme, con más deseo que antes.

-
Ya estoy harto, no puedo soportarlo más- me besó el cuello, sujetándome las muñecas- Quiero tenerte…quiero tenerte…y si para conseguirlo debo hacer esto lo haré Max- me bajó la cremallera del vestido, pero me conseguí soltar y pegué contra la pared en la que se encontraba la puerta.

-
Castiel por favor, piensa- murmuré- Razona, esto no puede ser. Yo estoy con Nathaniel, y no puedo hacer nada contigo- pero nada parecía importarle. Me volvió a agarrar por las muñecas y me besó ávidamente…Hasta que la puerta se abrió y el rostro de Nathaniel apareció ante nosotros. Me deshice del agarre de Castiel y lo empujé lejos de mí- Te lo estaba diciendo maldita sea- me giré hacia el rubio- ¡No es lo que parece Nath, en serio…!- me acalló con un beso. Cuando se separó cerró la puerta y le echó el cerrojo.

-
No quiero que nadie moleste…- murmuró- Y quiero dejarle claro a este tío que solo eres mía…- dijo, lamiendo mi mejilla. Me estremecí y me agarré a la perchera de su chaqueta. Castiel, que había acabado sentado en el sofá, se levantó y me rodeó la cintura con los brazos. Me separó ligeramente de Nathaniel y recorrió mi cuerpo con las manos.

-
¿Tuya? No me hagas reír- murmuró, lamiendo mi oreja. Mi cabeza daba vueltas, y no sé si era por los chupitos de tequila que había tomado hacia un rato o porque me estaba mareando. Me zafé del abrazo de Castiel y me acerqué a Nathaniel, a quién besé ávidamente. Y mientras hacía eso, sentí como Castiel me besaba suavemente la nuca.

-Castiel…- murmuré, reprimiendo mis instintos. Vi como Nathaniel fruncía el ceño.

-¿Qué pretendes?­-preguntó el rubio. Castiel tiró del vestido hacia abajo dejándome en ropa interior.

-Bueno…- cogió mis pechos y me lamió el cuello­- Podemos hacer un trío…así no tendrás queja- murmuró. Nathaniel le miró como si fuese idiota, pero entonces desvió su mirada a mis pechos y suspiró, mordiéndose el labio.

-Nath…- supliqué, intentando deshacerme del agarre de Castiel. Pero el chico no cejó en su empeño. Y el rubio solo tenía ojos para mi cuerpo. El pelirrojo movía las manos en círculos y me arrancó un gemido. Nath reaccionó, pero en vez de separarme del pelirrojo, rodeó mi cintura y me besó. Sentí como Castiel apartaba las manos de los pechos y las deslizó por mi silueta hasta que llegó a mi tanga.
                                                  
-¿Qué hago? ¿Lo quito?- susurró a mi oído, haciendo que me estremeciera. Abrí la boca para hablar, pero Nathaniel me cortó agarrando mis pezones.

-Hazlo de una vez idiota- le ordenó. Sentí la sonrisa de suficiencia del pelirrojo.

-Ahora te crees experto ¿no Nath? ¿Cuántas veces lo habéis hecho? ¿Dos, tres?- preguntó.

-Cinco- declaró. Quise darle un golpe por decirlo pero Castiel me arrancó la prenda interior de golpe, y me desabrochó el sujetador.

-Novato- se burló él, deslizando la mano hacia mis labios inferiores. Mi espalda se arqueó con el contacto del pelirrojo…hacía tanto que no le sentía conmigo que el gemido fue instantáneo.

-Por favor…- murmuré, colocando mis manos sobre las de Nath, que las quitó de donde estaban y me besó. Los sentía a ambos. Le quité a Nath la chaqueta y la camisa, y me di la vuelta para hacer con Castiel lo mismo. Entonces Nathaniel me apretó contra él y el pelirrojo aprovechó para besarme. Nuestras lenguas se encontraron y enredé mis manos entre sus mechones pelirrojos…y entonces sentí a Nathaniel. Me separé de Castiel, y hubiese caído de no ser porque el pelirrojo me agarró. Miró con fingido reproche al rubio.

-No es justo, lo has hecho a traición- espetó, divertido. Nath le fulminó con la mirada.

-Es mi novia-

-Y estamos haciendo un trío ¿me equivoco o no?- mientras hablaba me abracé a Castiel.

-Sigue…- mi voz sonó rasposa. La cabeza me daba vueltas- Hazlo otra vez….vuelve a hacerlo- le insté, arañando el pecho desnudo del pelirrojo- Y tú, quítate los pantalones. Ya- espeté. Él rio divertido, pero me obedeció y me incliné hacia él. Coloqué un mechó de pelo tras mi oreja. Sentía a Nathaniel, y cada vez la temperatura de mi cuerpo aumentaba más y más. Jugueteé con el miembro del pelirrojo, que empezó a respirar de manera pesada. Lamí con cuidado y el chico ahogó un gemido. Reconocí el sabor salado que lo caracterizaba y sonreí, mientras lo acariciaba- Estás muy tenso Castiel…. ¿no has hecho nada desde la última vez?- el chico negó con la cabeza, mientras me levantaba y besaba con ansiedad. Entonces retorció mis pezones y agarró uno entre sus dientes. Chupó lentamente y entonces me separó bruscamente de Nathaniel.

-Es mi turno principito- aclaró, mientras me penetraba. Gemí con fuerza y me agarré a Nathaniel. Le miré a los ojos. Se veían nublados, como aquella vez que lo hicimos en la sala de delegados. Hice lo mismo que con Castiel, solo que esta vez el sabor fue diferente. Más suave, y no tan áspero como la del pelirrojo. Me separé bruscamente con una de las embestidas del chico, y me abracé con fuerza al delegado. Le besé, y un gemido por parte del pelirrojo me indicó que había acabado. Pero Nath no. Él me separó de Castiel y me llevó hasta el sofá, donde se sentó, y a mí encima de él. Castiel me agarró los pechos y besó mi nuca mientras Nathaniel me penetraba con dulzura. Cuando todo terminó, me derrumbé sobre Nathaniel, me separé de él y me senté a su lado. Castiel se colocó a mi derecha y sacó de su chaqueta su típico paquete de tabaco. Sacó dos cigarrillos, uno de los cuales me ofreció a mí. Me lo encendió, y yo, tras aspirar la nicotina, expulsé el humo. Miré a Nath.

-¿Quieres?- pregunté. Él me miró fijamente unos segundos y aceptó el cigarro. Me levanté, me puse la ropa interior y me volví a sentar- Dame otro Cast- pedí. El chico sacó otro cilindro y cuando le prendió fuego sacié mi mono de tabaco. Y nos quedamos así, semi desnudos, esperando a que la fiesta terminase para marcharnos…

Cinderella [4ª Parte]

Jamás quieras declarar tu amor, amor que jamás declarado ha de ser; pues el viento suave sopla silencioso, invisible.
-William Blake


Me incorporé velozmente tapándome con la chaqueta del rubio. Me paralicé al ver la cabellera roja de Castiel y sus ojos plomizos. Nos miró a Nathaniel y a mí alternativamente, y pude ver algo que se me antojó odio con el rubio, pero dolor hacia mí. A mi lado el delegado se levantó haciéndose con su ropa y se vistió lo más rápido que pudo, pero Castiel solo tenía ojos para mí:

-Veo que estás ocupada…así que no valía la pena venirte a buscar…- murmuró. Sentí esas palabras como una puñalada, y me eché a temblar. La sala se había enfriado de repente, y Nathaniel se colocó delante de mí, con los pantalones puestos, pero el torso desnudo.

-Déjala en paz- espetó, con la voz llena de rabia. Me incorporé como pude y me coloqué la chaqueta de Nathaniel por encima para no mostrar mi cuerpo.

-¿Ahora que ha estado con ella pretendes ordenarme cosas?- dijo el pelirrojo alzando una ceja, divertido- Vaya, que machito eres- ironizó. Vi volar el puño de Nathaniel hacia el rostro del pelirrojo, que se impulsó hacia atrás del golpe. Miró al chico con ira y le devolvió el golpe. Entonces yo reaccioné, poniéndome entre ellos.

-¡¡Basta ya!!- exclamé, frunciendo el ceño. Castiel soltó una carcajada.

-¿¡Por qué le defiendes?- exclamó.

-¿¡Y por qué no!?- rebatí. Me miró con una mezcla de asco y dolor, que me hizo trizas el alma.

-¿Ahora estás de su lado?- preguntó. Yo me mordí el labio.

-Esa no es la cuestión Cast- murmuré. El frunció el ceño y me agarró del brazo, haciendo que soltase las solapas de la chaqueta, lo que provocó que se abriese. Él contempló mi cuerpo y tragó saliva, sonrojado. Me soltó de golpe y yo pude resguardarme de nuevo.

-¿No te bastaba conmigo no?- inquirió dolido. Me encogí sobre mi misma- También tienes que acaparar al delegado…quién sabe cuando irás a por Lys…- le di una bofetada, lo más fuerte que pude, dolida por la pulla. Era la primera vez que algo así me afectaba. Normalmente Savannah solía hacer esa broma, y la ignoraba…pero Castiel…él era diferente. Sentí los brazos de Nathaniel rodeándome.

-Retira eso- escupió, lleno de rabia. Me abrazó más fuerte al sentir que empezaba a temblar.

-¿Por qué debo hacerlo?- preguntó. Me deshice del abrazo del rubio y me encaré a mi amigo. Sentía las lágrimas cálidas deslizarse por mis mejillas.

-Porque lo que hemos tenido tú y yo durante todo este tiempo ha sido una amistad con derecho a roce. Y lo que he empezado con Nathaniel es una relación propiamente dicha, así que ya te puedes olvidar de que hubo un “nosotros” en el pasado de cualquier manera. Ahora, lárgate, no quiero verte ni un minuto más ¿te ha quedado claro?- espeté, temblando. El pelirrojo me miró largo y tendido, de manera pausada, asintió y se dio la vuelta.

-Entendido- y tras eso se marchó. Yo me quedé ahí, de pie, junto a Nathaniel, con un nudo en la garganta y sintiendo un vacío en algún lugar de mi corazón…


-¿Cómo es que vienes conmigo?- pregunté a Katherine, alzando una ceja. La chic ni me miró.

-Ayer debieron cenar algo malo, porque todas mis amigas se quedan en casa malas del estómago- explicó, frunciendo el ceño. Yo asentí lentamente y continué escuchando música, pero a los cinco minutos sentí un tirón en la manga de mi camiseta. Me giré a Katherine.

-¿Si?- pregunte con un tono algo brusco. Pero al ver sus ojos anegados en lágrimas rectifique- Eh ¿estás bien?- pregunté. Ella negó con la cabeza.

-E-es por Savannah…- murmuró. Pensé que estaría preocupada por su hermana, pero las palabras que dijo a continuación me hicieron recapacitar- E-Ella me ha d-dicho q-que me olvide d-de Lysandre, p-porque va a s-ser suyo- sollozó. Sentí como la rabia crecía en mi interior… ¿cómo se atrevía a decirle eso a su hermana pequeña? Tenía entendido que Lys era el primer amor de Katherine. Titubeando, la rodee los hombros con mi brazo y la abracé con delicadeza.

-Tú no te preocupes…a Lys no le van las tías como Savannah…él es más de gustos sinceros e inocentes- expliqué, mirándola a los ojos. Ella parpadeó un par de veces.

-¿A qué te refieres?- preguntó.

-Que tú tienes muchísimas más posibilidades de conquistar a Lys que tu hermana- aclaré, ganándome una mirada ilusionada.


Castiel ni se dignó a mirarme en cuanto me senté a la mesa junto a él y Lysandre, que por su lado me saludo con su habitual cortesía. Su mirada se desplazó a Katherine:

-¿Podría saber por qué cuanto con tan inocente y dulce presencia?- murmuró el albino, ganándose un rubor por parte de Katherine.

-Savannah y el resto de la pandilla están malas, así que me toca cuidar de Katherine- aclaré. En ese momento llegó Nathaniel, que saludo a mi hermanastra y a Lysandre, dirigió una mirada de odio a Castiel, y se agachó para besarme con suavidad. Escuché como Katherine ahogaba un gemido, y vi a Lysandre alzar una ceja, pero no hizo ninguna pregunta al respecto. Comimos los cinco juntos en silencio, un silencio tan patente que se podía cortar con un cuchillo. Aún con los intentos de Lys para relajar la situación, no se pudo hacer nada.

Tras la comida, Katherine se vino conmigo y con Nathaniel y Lys y Castiel fueron por su lado. Fue un día como otro cualquiera, salvo porque ahora quién me acompañaba era Nathaniel (que se había convertido en mi novio), Castiel y yo nos odiábamos, y mi hermanastra iba conmigo todo el rato. Sí, un día como otro cualquiera…


-¿Una charla?- pregunté a Nathaniel, guardando los libros de primera hora en la taquilla. El rubio asintió y entrelazó sus dedos con los míos. Ya había pasado un mes desde que comenzamos a salir, y todo el mundo, incluidas Amber y sus amigas, que me miraban con odio cada vez que me veían. Lo único positivo era que la convivencia en casa se había relajado. Al empezar mi relación con Nathaniel, Savannah me había dejado en paz por el tema de Castiel y Lysandre, y Katherine hablaba conmigo más a menudo para conocer mejor al albino.

-Va a asistir toda la escuela- explicó. Yo asentí para dejarle claro que comprendía la situación. Apreté su mano con más fuerza y suspiré- ¿Ocurre algo?- preguntó. Negué débilmente con la cabeza.

-No, nada. Solo que anoche me acosté algo tarde porque estuve estudiando, nada más…- volví a suspirar, y él coloco una mano sobre mi frente. La apartó enseguida.

-¡¡Estás ardiendo!!- quise decirle que no era nada, pero antes de poder abrir la boca vi como el suelo avanzaba hacia mí, y luego, oscuridad…


Abrí los ojos y los cerré instintivamente ante la luz fluorescente de la enfermería. Me incorporé con cuidado y me encontré con la mirada de la enfermera.

-Te quedarás aquí hasta que acabe la charla. Después te daré unos antibióticos y te irás a casa- declaró. Quise decirle que no, que yo quería ir a la charla y sentarme con Nathaniel, pero no tuve fuerzas más que para toser y caer rendida sobre la cama. Me puso un paño de agua fría sobre la frente, y se marchó, dejándome sola….aunque a los diez minutos se abrió de nuevo la puerta.

-¿S-se le ha olvidado algo?- pregunté, incorporándome con dificultad. Me quedé callada, sin saber si era por la fiebre o real el chico que estaba allí.

-¿Te encuentras mejor?- preguntó Castiel, sentándose a mi lado. Le miré consternada, y alcé una mano hacia su rostro, que acaricié sin dificultad. Di un gritito- ¡Eh! ¿Qué ocurre?- preguntó, con una sonrisa.

-Eres de verdad…- murmuré. El se rió divertido por la situación.

-Pues claro que soy de verdad pazguata- se burló con una sonrisa. Yo fruncí el ceño.

-¿Qué haces aquí? ¿No se supone qué debes estar en la charla?- pregunté.

-Como si me importase- murmuró, alzando su mano hacia mi pelo y acariciando un mechón. Me estremecí, sin saber si era por la fiebre o por su contacto…lo había añorado tanto.

-¿Qué haces aquí?- repetí. Él me dedicó entonces una mirada indescriptible. Con cuidado, me cogió en volandas y me llevó a la mesa de la enfermera, donde me sentó.

-He venido a verte…- murmuró, besando mi mejilla – He venido a estar contigo…- a continuación fue por el cuello.

-Cast…detente- supliqué, con voz débil. Pero él no me hacía caso. Sus manos, que habían reposado a lado de las mías, se ciñeron a mi cintura y me pegó con brusquedad contra la pared.

-No…he esperado mucho tiempo, demasiado…Quiero tenerte Max, y quiero tenerte ahora- yo me debatí sin éxito, mis fuerzas estaban al cero. Me besó con avidez, buscando mi lengua con la suya. Me apretó más contra la pared.

-Castiel por favor…yo e-estoy c-con Nathaniel- murmuré. El hizo caso omiso a mis palabras. Me volvió a besar, con más avidez, con más ansias, así que cerré los ojos…


-Lo siento…- murmuró de pronto. Dejó mis muñecas libres de todo agarre, y me llevó en volandas a la cama, donde me arropó. Le miré. Estaba sonrojado, más que su pelo, y evitaba mirarme a los ojos- Lo siento de verdad…- murmuró de nuevo, antes de darse la vuelta. Instintivamente, le agarré de la manga de la chaqueta.

-¿Por qué?- fue lo único que pregunté. Si giró, y no vi más que tristeza en su mirada gris plomo.

-Porque me he dado cuenta demasiado tarde de que te he perdido para siempre Max…- susurró. Se dio media vuelta y se quedó parado en la puerta- Te quiero…- fue lo último que dijo antes de desaparecer…