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Last Assault

miércoles, 21 de agosto de 2013

Cinderella [2ª Parte]


En toda relación hay siempre vacíos dolorosos, y es ahí donde los deseos imposibles entran en juego.
-Robert Smith

La única manera que tenía de aislarme de aquél ruinoso castigo era escuchando música a todo volumen con los cascos puestos.

La voz grave de Drake, uno de los cantantes del grupo “Black Jocker" llenaba mis sentidos mientras mi vista se dirigía al profesor, que no me atendía lo más mínimo. A continuación miré los libros sobre mi mesa. Con un chasquido de lengua, aparté los libros y subí los pies sobre el pupitre. La universidad de “Amoris Ville" era como un instituto. Los castigos, las jerarquías sociales…todo era exactamente igual. En la hora de comer, las pijas se sentaban con las de su calaña (mis hermanastras entre ellas), los deportistas se dedicaban a molestar a los nerds, que los ignoraban como buenamente podían, y nosotros…bueno, nosotros éramos nosotros, y nos importaban bastante poco las jerarquías sociales del lugar.

Al acabar de comer me había dirigido a la clase de Biología (estudio Psicología, pero es una de las asignaturas cruciales del primer año)…

-Sav, ¿esa no es tu hermanastra?- murmuró una voz a mis espaldas. Observé de reojo a la rubia de bote que acababa de hablar, Amber, la hermana de Nathaniel.

-Sí, soy yo. Y la verdad, me extraña verte aquí princesita, pensaba que estarías en alguna esquina vendiendo tu cuerpo a cualquier gordo seboso que se comprometiera a pagarte- solté, girándome de sopetón. Sentí algo de satisfacción al escuchar su gemido ahogado. Castiel se llevaba a matar con Nathaniel, y yo con su hermana pequeña (lo que se dice pequeña…solo se llevaban diez minutos de diferencia). Savannah alzó una de sus finas cejas azuladas.

-Lo sorprendente es que no estés por ahí emborrachándote ¿cuánto llevas ya? ¿Dos horas?- apreté el puño con fuera y me obligué a contar hasta diez para calmarme.

-¿Qué ocurre Savannah? ¿Estás tan celosa de qué yo pase tanto tiempo con Castiel que recurres a una absurda pulla para herirme? ¿O es que tú y tu amiga la rubia habéis vomitado todo el alcohol en vuestra sesión diaria y os molesta que yo no lo haga?- comprobé con regocijo como tanto Amber como ella se ponían rojas de furia. Mi hermana se acercó peligrosamente a mí, haciendo que me apoyase en la taquilla.

-No eres más que una niñata estúpida e insípida que se refugia en respuestas sin sentido para que no vean que estas herida. No nos sorprendes con tus pullas Max- espetó, colocando un dedo en mi esternón, para clavarme la uña. Yo la agarré del cuello de la camisa y las tornas cambiaron. Ahora era ella la que estaba apoyada contra las taquillas.

-Y tú no eres más que una estúpida niña de mama que se refugia en los brazos de esa mala pécora para no enfrentarse al mundo que la rodea. No eres más que una egoísta Savannah, y así nunca obtendrás lo que te propongas- escupí, temblando de rabia. No vi como temblaba de rabia, ni como levantaba su mano. Pero si la vi acercarse peligrosamente a mi rostro y luego un dolor que me quemaba en la mejilla. Me tambaleé hacia atrás y me llevé la mano a la zona dolorida. Al apartarla pude vislumbrar un par de gotas de sangre…me había arrancado piel con sus uñas.

-¿De verdad crees qué con esa actitud de niña rebelde y arisca sorprendes a alguien? Mírate por favor, si das risa Max. Eres una perdedora- aquello fue la gota que colmó el vaso. Me abalance sobre Savannah y ambas caímos al suelo, rodando. La tiraba del pelo, nos arañábamos…hasta que uno de nuestros profesores salió y  nos separó a ambas. Nos estuvo echando la bronca durante una media hora antes de decirnos que estábamos castigadas…

Y por ello estoy aquí, escuchando música, con Castiel a mi lado, y Savannah delante mirándome con odio. Me quité uno de los cascos y me giré a Castiel:

-¿Otra vez te has peleado co Nathaniel?- pregunté. Este asintió desganado.

-Quería que firmara un justificante de ausencia…hay que ver menudos aires se gasta el chaval- espetó, frunciendo el ceño. Yo le dedique la mejor de mis sonrisas, bajé los pies de la mesa y me tumbé sobre ella- ¿Y tú qué diablos haces aquí?- preguntó él a su vez. Miré a Savannah y bufé.

-Lo de siempre- contesté.

-¿Tu madrastra no te va a castigar?- preguntó.

-Como si me importara- farfullé.

-Los de ahí atrás, a hacer la terea- espetó el profesor. Puse los ojos en blanco y cogí el libro para comenzar con el castigo…


-¿Te vienes a mi casa? Tengo una botella muy buena de…-

-Por hoy paso, no quiero acabar como ayer- le dije, haciendo un gesto con la mano para rechazar la invitación. Me despedí de él, cogí mi bicicleta, y pedaleé hasta casa…


-¡¡MAMA, MIRA ESTO!!- exclamó Katherine. Había pasado ya una semana desde mi castigo en la universidad, y como no, Savannah se lo había contado a Vivian, que me había impuesto otro castigo. Me asomé por la puerta para ver a la rubita correr en dirección al salón, donde su madre y su hermana charlaban animadamente y veían la televisión.

-¿Qué ocurre cielo?- inquirió Vivian. Yo también entre en el salón, pero me quedé apoyada en el marco de la puerta.

-El señor Woodman va a organizar una fiesta por el cumpleaños de sus hijos, y según sabemos por Amber solo ha invitado a la parte más selecta de la sociedad- explicó Savannah. Katherine daba saltitos de emoción, y la carta se deslizó hasta mis pies. Me agaché a recogerla y alcé una ceja:

Estimada familia Rosswell, ha sido cordialmente invitada a la celebración del cumpleaños de Amber y Nathaniel Woodman. La temática es la Venecia de siglo XIII, así pues les urgimos acudir con máscaras y trajes de época. La fiesta se llevará a cabo en la mansión Woodman, el día 16 de febrero desde las nueve de la noche hasta la hora que mejor les convenga

Y escrito con letra limpia, rígida y fluida, el siguiente mensaje:

Mientras los niños disfrutan con las fruslerías adquiridas los adultos tendremos nuestra propia celebración privada

-¿Venecia del siglo XIII? ¿Qué tontería es esa?- inquirí. Katherine me miró con odio y me arrebató la carta de las manos.

-Será para ti, yo lo encuentro maravilloso- escupió. Yo me encogí de hombros y me di la vuelta.

-A saber donde encuentro yo ahora algo así- comenté.

-Tú no irás Max- dijo Vivian. Me quedé parada la miré.

-¿Y eso por qué?- espeté, cruzándome de brazos.

-En la carta pone “Familia Rosswell" y…tú no eres una Rosswell cariño- explicó, con una sonrisa de suficiencia, como si yo fuera idiota. Sentí como la rabia crecía en mi interior, pero me obligué a devolverle la sonrisa.

-Es verdad, se me había olvidado que yo soy la única que conserva el apellido de mi padre- y tras esas palabras me volví a mi habitación.


-¡Son unas arpías, las tres!- exclamé, sentándome en el sofá del garaje de Castiel, donde no mucho tiempo atrás habíamos estado los dos. Tenía las baquetas de la batería en la mano y miraba enfurruñada al botellín de cerveza que me había dado Castiel.

-No entiendo por qué quieres ir a la fiesta del principito. Yo estoy obligado a ir porque mi padre es piloto y gana mucha pasta. Solo invita a los que ganen mucho dinero. Los padres de Lys, por ejemplo, son los dueños del banco, y por eso el también tiene que ir- refunfuñó el pelirrojo.

-No es cuestión de ir o no ir. El problema es que se han atrevido a decirme eso- espeté, cruzando los brazos.

-No veo motivos para que te enfades Max- ese era Lysandre, siempre resuelto y calmado.

-No lo entiendes…vosotros no tenéis que convivir con tres brujas que os odian y desean echaros de vuestra casa, pero no lo hacen solo porque vuestro padre, antes de fallecer, puso la propiedad a vuestro nombre- murmuré, sin mirar a ninguno de los dos. Mi padre había hecho eso con la certeza de que intentarían algo así, por lo que legalmente la casa era mía, pero no podía echarlas a ellas por nosequé ley del matrimonio. Castiel me rodeó el hombro con un brazo y nos mantuvimos así durante un buen rato….


-Y nada de hacer tonterías mientras estemos fuera ¿entendido? Volveremos sobre las doce- dijo Vivian, mientras sus hijas se subían al coche. Yo alcé una ceja, me alisé la camiseta de “Metallica" extra grande que usaba para estar por casa y asentí. Cuando vi el coche alejarse, solté un suspiro y cerré la puerta de un golpe. Lo único positivo era que tenía la casa para mí, pero…con Castiel y Lysandre en la fiesta, era muy aburrido.

Me dirigí a la cocina, preparé unas palomitas con mantequilla, uno de mis deliciosos bocadillos de tortilla, pavo y aguacate, y un buen vaso de refresco y me senté en el sofá a ver “Los Vengadores"…Robert Downey Jr. estaba tan bueno…No llevaba ni treinta minutos de película cuando el estruendoso timbre hizo que dejase el bocadillo a medio comer y parase la película.

Cuando abrí la puerta me encontré con una mujer muy peculiar. Tenía el pelo de un vivo rosa fosforito, y los ojos del mismo color. Llevaba el cabello recogido en una gruesa coleta que le caía hasta las caderas. Alce una ceja:

-¿Qué desea?- pregunté. Ella me dedicó una sonrisa y me señaló un coche que soltaba humo del motor.

-Se me ha estropeado y no me funciona el móvil ¿me dejarías pasar para llamar a una grúa?- preguntó. Yo asentí y me hice a un lado para dejarla pasar. Cogió el inalámbrico, marcó un número y habló un rato con un hombre. Le dio la dirección y sonrió satisfecha- Estarán aquí en media hora- afirmó. Miré mi reloj. Estas tres se habían marchado a las ocho y veinte, y yo había empezado a ver la película a las nueve menos cinco. Aproximadamente eran las nueve y veinticinco, por lo que la grúa llegaría aquí a las diez menos cinco.

-¿Le apetece algo mientras espera?- pregunté.

-Por favor, llámame Agatha, y trátame de tú- dijo con una gran sonrisa, que le devolví. La mujer era realmente simpática. Pasamos a la cocina (recogí por supuesto el salón) y le preparé café- ¿Y cómo es qué no estás en la fiesta?- preguntó. Yo la miré extrañada.

-¿Cómo…?-

-Soy la dueña de una tienda de disfraces- aclaró- Hace cosa de dos meses recibí el encargo de traer trajes de la época victoriana de Venecia, y como toda buena comerciante, indagué para qué. Acabé descubriendo que para un cumpleaños, y las únicas personas que han venido a buscar trajes son gente de este barrio- explicó. La miré sorprendida, dirigí la vista al café y suspiré.

-No me han dejado ir…se supone que la invitación era para todos los miembros de la familia, pero esa mujer no es mi madre…- murmuré, señalando una foto en la que aparecíamos todos, incluido mi padre.

-Eso no es justo…- murmuró- ¡Ya sé, espera aquí!- y dicho esto salió corriendo. Volvió al cabo de cinco minutos con una bolsa y una percha con una prenda de ropa- Aquí esta, póntelo y ve a la fiesta- declaró. Yo la miré confusa, abrí la bolsa que cubría la prenda de la percha y miré sorprendida a Agatha…

[Narración en tercera persona]

Castiel y Lysandre observaban la pista de baile con desgana. Ambos habían sido invitados a bailar por varias chicas, pero no tuvieron muchas ganas. Sin Max, no era lo mismo. Castiel vislumbró a Savannah, la hermanastra de Max, que se acercaba veloz hacia él:

-¿Quieres bailar Castiel?- murmuró, con un ronroneo. El chico la miró con algo de desagrado.

-No tengo muchas ganas…- espetó. Pero Savannah se rió y lo arrastro a la pista de baile. Katherine se quedó junto a Lysandre, algo cohibida. El albino le gustaba, pero no encontraba la forma de decírselo. Además, siempre iba con Max, y eso la sacaba de sus casillas. Pasó diez minutos junto al chico antes de que su hermana volviese.

-¿Bailamos ahora Lysandre?- el chico reclinó la invitación con más educación que Castiel.

-¡Sav, Kath! ¡Venid ahora mismo!- Amber llegó en ese momento, roja de furia. Las hermanas se miraron entre sí.

-¿¿Qué ocurre??- preguntaron a la vez.

-Ella es lo que ocurre- espetó la rubia, señalando a una chica que avanzaba entre muchachos encandilados y jovencitas rabiosas. Llevaba un vestido de escote palabra de honor, con tirantes, de un apagado tono púrpura. Unos lazos decoraban el inicio de los tirantes, y en el corsé se le formaban una serie de arrugas que le conferían belleza a la zona superior del vestido. La zona inferior caía en una serie de volantes superpuestos entre sí, y los de abajo eran de color negro. Llevaba unos tacones del color del vestido, adornados con una rosa de tul, y cubría su rostro con una máscara blanca con motivos negros (los labios, los ojos, y una lágrima en un párpado. Unos guantes largos y negros cubrían sus brazos. Y por último, el cabello le caía en cascada sobre los hombros desde las dos coletas. Era negro, con matices azulados, y con un flequillo que cubría en parte uno de sus ojos. Se quedó parada en medio de la pista, observando atentamente a todo el mundo. Amber se acercó furiosa a ella- ¿¡Quién eres!?- pareció que la chica se había reído, pero le tendió una tarjeta- ¿Familia Riverton? ¿Eres miembro de esa familia?- la desconocida asintió, y se alejó de allí, dejando a la rubia con la palabra en la boca. Se acercó entonces a Castiel y Lysandre, que la miraban embelesados, y le ofreció la mano a Castiel.

-¿Bailas?- la máscara distorsionaba su voz, pero Castiel se estremeció y aceptó la invitación. La música volvió a sonar y ellos bailaron en el centro de la sala. La gente a su alrededor comenzó a moverse. Pasaron así unos quince minutos. A continuación, Lysandre golpeó el hombro de su amigo con delicadeza.

-¿Me permites?- el pelirrojo aceptó a regañadientes, y le tendió la mano a su amigo albino. Este observó los ojos de su compañera. Dos pozos azules como el mar. Se estremeció cuando escuchó su risa fluida y musical.

-¿Pasa algo caballero?- preguntó la desconocida.

-Me preguntaba cual sería el nombre de tan fabulosa dama- dijo él. Volvió a reír, atrayendo miradas envidiosas por parte de ambos sexos.

-Es de mala educación ser tan directo caballero- murmuró ella. Él chico sonrió, e iba a replicar cuando sintió una mano rozar su hombro. Se giró y vio a Nathaniel, que observaba embelesado a la chica.

-¿Me permites?- preguntó esta vez el rubio. Asintió, liberando a la muchachita de su abrazo, y se acercó a su compañero.

-¿Quién crees qué será? Nunca la habíamos visto antes- murmuró Castiel. Lysandre suspiró.

-No lo sé, la verdad…-


-Y… ¿puedo saber cómo te llamas?- inquirió Nathaniel a la chica. Esta se limitó a girar la cabeza hacia él, y mirarle a través de la máscara. Los ojos dorados del chico destilaban curiosidad bajo la luna llena. La chica rio con diversión.

-¿Todos los hombres sois tan curiosos?- inquirió. Nathaniel se sonrojó y miró a otro lado.

-No creas…es solo que…bueno, me resulta curioso que nunca te haya visto- aclaró.

-Estudio en casa- respondió ella- Mi tía, con quién me quedo, me obligo a venir- explicó. Nathaniel la observó. Las líneas de s cuerpo eran fantásticas. Su piel parecía cristal bajo la luz de la luna. Suspiró, recordando cierta chica que también hacia que su corazón latiese con fuerza- ¿Pasa algo?- preguntó.

-No nada en especial- respondió él, quitándole importancia al asunto. Había estado bailando con aquella maravillosa chica más que ninguno, pero a pesar de que llevaban hablando desde hace una hora (eran aproximadamente las once y diez) no conocía nada más que su apellido y que estudiaba en casa. La chica observaba el reloj que se alzaba en el edificio que era la casa del rubio, y suspiró- ¿Ocurre algo?- preguntó él. La muchacha negó con la cabeza y se giró al rubio.

-¿Tienes novia?- preguntó. Él se sonrojó, pero negó débilmente con la cabeza.

-H-hay una chica…pero no creo que sienta nada por mí- declaró el al final. La chica le miró con interés- Va a mi universidad…pero su carácter…me gusta, es distinto al resto de personas- continuó. La extraña le miraba a través de la máscara con confusión. Nathaniel se giró hacia ella y le sonrió- Pero me he decidido por intentar llamar su atención- declaró. La muchacha sonrió a través de su máscara.

-Seguro que lo conseguirás. Eres un chico encantador- y estaba en lo cierto. En un punto de la noche, Amber y sus amigas se habían acercado a la desconocida para acosarla a preguntas molestas y privadas, pero Nathaniel se la había llevado de allí hasta la mesa de comida, donde le ofreció algo, cosa que ella rechazó. A partir de eso momento no se había separado en toda la noche. Bailaban juntos, hablaban apartados del resto de la gente…Nathaniel se sentía realmente a gusto con esa chica, pero a pesar de todo, no podía quitarse a la otra de la cabeza. Su desparpajo a la hora de contestar a un profesor, su elegante y extraña forma de andar, sus ojos como el atardecer…Miró a la chica. Era realmente bonita, por lo menos sus ojos la describían así- ¿Y cómo se llama?- preguntó.

-¿Eh?-

-La chica esa que te gusta- aclaró ella. Nathaniel miró a ambos lados, se agachó a su oído y susurró el nombre.

-Max…- declaró, rojo como un tomate. La chica le miró desconcertada, para luego dar paso a una sonrisa oculta tras la máscara.

-Cierra los ojos- le pidió.

-¿Cómo?- preguntó el sorprendido.

-Cierra los ojos anda, y no los abras hasta que yo te diga- insistió ella. Nathaniel cerró los ojos. Sintió como la chica dejaba algo sobre la barandilla del cenador, y como lo empujaba hacia la misma. La chica tiró de su pañuelo- La próxima vez que veas a esa chica, y cuando le hayas declarado lo que sientes, haz esto…- y le besó. Nathaniel fue a abrir los ojos, pero recordó lo que ella le había pedido, así que se dejó llevar. La chica le acariciaba la nuca, y sus labios se movían sobre los del rubio con dulzura. Nathaniel sintió como la lengua de la chica buscaba la suya y le correspondió. Pudieron pasar unos diez minutos así, y lamentó que se separase de él- Ya puedes abrirlos- se había vuelto a poner la máscara. El rubio estaba sin aliento, notando una ligera presión en los pantalones por lo que acababa de ocurrir. Estaba demasiado sonrojado, cosa que arrancó una risa musical a la chica- Anda, vamos- dijo, tirando de su brazo hacia el edificio….

Pero un atronador sonido los detuvo. Ambos se giraron hacia el reloj, y ella comprobó horrorizada que eran las doce menos cuarto. Se soltó de la mano de Nathaniel y echó a correr por los jardines hacia el edifico.

-¡¡ESPERA!!- era Nathaniel, pero ella le ignoraba. Paso corriendo junto a Castiel y Lysandre, junto a Amber, Savannah y Katherine, y salió de la casa como alma que lleva el diablo….

Al llegar a las escaleras principales, el rubio miró compungido al horizonte, donde una estela de polvo se levantaba, indicando que la chica se había ido. Vislumbró un zapato en la escalera, un pequeño tacón que la muchacha había dejado olvidado en su frenética carrera. Nathaniel apretó el zapato con fuerza, y con la cabeza gacha volvió a entrar al edificio…

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